Tres con Todo: taquería de barrio con tacos de panza, tortas y gorditas.
Foto: Alejandra Gutiérrez
Foto: Alejandra Gutiérrez

Dónde comer tortas y flautas ahogadas en la Ciudad de México

Si no te encantan es porque no tienes sentimientos. Éntrale a las flautas y tortas ahogadas en estos lugares de la Ciudad.

Andrea Vázquez
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Las flautas y las tortas ahogadas son ambrosía de crudos y godínez. Además reflejan la mexicanísima intención de no desperdiciar nada, como las sopas de pan chiapanecas o los panes reciclados (sí, así se llaman) de las panaderías del Centro. Son llenadoras, dan energía de inmediato, y son baratas, ¿qué más quieres?

Recomendado: Restaurantes de comida mexicana por tipo. Restaurantes para crudear.

  • Del Valle
  • precio 1 de 4
El Rey de las Ahogadas
El Rey de las Ahogadas

Cuenta la leyenda, que el emoji que junta el dedo índice con el pulgar nació cuando un trabajador de Whatsapp probó estas flautas, las mejores del DF y quizá de la galaxia. Día y noche, el Rey de las Ahogadas recibe a sus súbditos de la Del Valle para servir su especialidad: flautas crujientes espolvoreadas con queso dentro de un plato hondo con salsa verde caliente. Las favoritas: res, pastor y queso.

Sólo un mexicano puede entender el sabor reconfortante, alquímico, de la salsa con grasa. Por eso, el lugar es una parada favorita de la gente para curarse la cruda.

Eso sí, el rey dicta el tempo de la comida –lentísimo—, así no te hagas de la boca chiquita y pide en una sola orden todas las que te creas comer.

Este palacio de la garnacha del DF no acepta tarjeta, así que lleva efectivo, aflójate el cinturón y prepárate para el festín. 

  • Mexicana
  • Narvarte
  • precio 1 de 4
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Mjiknito
Mjiknito

No te asustes, la cruda no ha dañado tu capacidad de lectura. Mjiknito es el curioso nombre de este santuario de antojitos mexicanos.

Lo más importante es que llegues temprano porque aquí todo se acaba, incluyendo el malestar post-fin-de-semana. Es posible que te toque esperar un rato para agarrar una mesa, pero no te impacientes.

Este lugar tiene la ambientación de una típica taquería defeña. Para arrancar motores, pide primero un tarrito de fideo y un agua mística. El tarrito contiene una clásica sopa caliente de fideos casera, pero en versión de sorbo, no hay mejor manera de preparar tu estómago para lo que viene. El agua mística es una combinación de agua mineral y frutas que a la vez hidrata y repone; es una mejor opción que un refresco, aunque si prefieres algo con alcohol también hay chelas, micheladas y clamatos.

Si ya estás listo para lo demás, no debes evitar los chilaquiles o chila’kill, como ellos los llaman. Pídelos con huevo, pollo o quesillo, dependiendo de qué tanta hambre tengas. Te los recomendamos verdes ya que la salsa es exquisita, llegan humeando en un plato colorido y los totopos frescos y crujientes. No son muy picantes, así que siéntete libre de complementarlos con alguna de las salsas que te sirven en la mesa.

Además de los chilaquiles, tienen otro platillo imperdible: las gordibuenas. Son gorditas de chicharrón, quesillo, pastor y chicharrón con suadero. Pídelas ahogadas en salsa verde, es un sincero aplauso a la fritanga mexicana. Un detalle importante: la comida no es grasosa; no es que queramos tapar el sol con un dedo, sino que habla de las buenas prácticas de la cocina de este lugar.

Los burritos son enormes, si llegaste temprano (y aún tienen) píde uno de alambre de pastor, luego báñalo en alguna de las salsas hasta que sudes todo lo que puedas. Las tortillas de harina se acompañan a la perfección con cualquier relleno que escojas seguro te hará feliz.

También puedes taquear, desde el clásico de pastor hasta costilla o arrachera; o bien, cómete unas flautas ahogadas, unos sopecitos de chorizo, unos molletes para desayunar e, incluso si estás a dieta, unos taquitos de nopal.

Cuauhtémoc nos tenía guardado este secreto tan famoso de la zona, con porciones que satisfacen, precios que alegran y comida reconfortante. No es un requisito llegar con resaca, con hambre y antojo es suficiente para que disfrutes de la propuesta mexicana de este restaurante dominguero.

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  • Torterías
  • Juárez 
  • precio 2 de 4
El Pialadero de Guadalajara
El Pialadero de Guadalajara

Algo tiene el birote que todos creen tener una gran verdad respecto a él: es imposible prepararlo en la CDMX por la altura, la masa o el tipo de agua. A pesar de que en El Pialadero saben muy bien que estas teorías pueden ser más leyendas urbanas, ellos prefieren traer el pan de Guadalajara. Llevan 14 años haciéndolo así. Su éxito y sus largas listas de espera durante los fines de semana les dan la razón. La estrella del menú es, por supuesto, la torta ahogada. La preparan con birote salado y puede ir rellena de carnitas o de camarón.

El pan es realmente crujiente, absorbe la salsa sin humedecerse por completo. La salsa de chile de árbol es muy picosa; la opción de pedirla “muerta” (completamente ahogada en salsa) es una buena idea si quieres terminar balbuceando y con la cara entumida. Eso sí, para entrarle a este platillo típico hay que estar dispuesto a enchilarse, aunque hay alternativas acordes con el grado de audacia de cada comensal: sumergida sólo un cuarto, un medio o tres cuartos.

Otro de los platillos típicos de Guadalajara que vale la pena probar aquí es la carne en su jugo. La barbacoa, en cambio, no es su fuerte. Les queda sobrecocida y un tanto insípida. La jericalla tampoco es algo sobresaliente, es sólo un postre con vainilla y azúcar, parecido al flan, sin mucho chiste. Los nostálgicos de Guadalajara tienen un lugar donde sentirse en casa, gracias a que El Pialadero se encargó de traer la torta ahogada a la ciudad. 

  • Mexicana
  • Santa Cruz Atoyac
  • precio 1 de 4

El antojo es algo que no te deja en paz y cuando se trata de tortas ahogadas, necesitas un lugar que grite lo más fuerte posible: “¡tradicional!”. Las Ahogadas de Jalisco lo hacen, todo en este lugar dice comida típica jalisciense.

Para empezar, los equipales y para seguir, su carta con fantasías que no te puedes perder y ya entrados en antojo, no te conviene aguantarte las ganas. Está la carne minera (carne picada chiquita y bañada en salsa verde) o las tostadas estilo Santuario (el truco está en la salsa agridulce) y, no tan típico pero sí antojable, los chilaquiles. Una versión abundante y equilibrada de crujiente y suave.

Como en otros restaurantes, Las ahogadas de Jalisco también dice que su pan birote viene de Guadalajara, el chiste es que cuando lo ves resistirse al baño de caldillo de jitomate, les crees. El otro tema es efectivamente el caldillo con el que la bañan; aquí se ve, se siente y sabe a caldillo fresco, desde el color. Lo preparan con jitomate de verdad. La otra clave de las tortas ahogadas es la salsa que le da picor. En teoría debería ser de chile de árbol, con esa sensación de picor medio áspero. El resultado de estas tres cosas es una buena torta ahogada.

La verdad debe ser dicha y las carnitas no son muy ricas. Son un poco secas y sin personalidad. Resultan ser un relleno sin mucho chiste, un mero pretexto para ponerse los guantes y limpiar el caldillo del plato con el pan y ponerle la dosis justa de salsa picante. No obstante, es suficiente para que no te quedes con el antojo de una buena torta ahogada.

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