Ya era hora de que llegara a la Narvarte una panadería con recetas únicas y buen diseño. Gina Suárez y Karina Senes decidieron dejar sus no tan apetitosos trabajos y dedicarse por completo al arte de la repostería, y su apuesta llegó en el mejor momento.
En Divina han sabido aprovechar las redes sociales: abren el antojo con fotos de buena calidad y frases divertidas (“Somos un ejército de alfajores”, “acabamos de salir del horno”, dicen los panecillos fotogénicos aún en las bandejas calientes), y suben fotos de pasteles que sólo hacen bajo pedido.
Las fotos se quedan cortas cuando uno prueba alguna de las creaciones. Los brioches, por ejemplo, están doraditos por fuera pero son esponjosos por dentro, sin contar el cremoso dulce de leche que se le derrama sorpresivamente. El panqué de plátano tiene casi la consistencia y textura de un pastel: suave, cremoso, ideal para chopear en un café con leche. Y de los pasteles habría que hacer un artículo aparte: sabores bien definidos a chocolate, moras, limón, leche…
La abundancia de dulce de leche en el menú se debe (y se agradece) a Karina, argentina, quien no duda en proponerlo en panes como el excéntrico pastel rogel, hecho de capas crujientes rellenas de dulce de leche y copeteadas con merengue flameado. También hay espacio para platillos salados: bollitos rellenos de queso crema, bagels con ajonjolí o parmesano, y los sábados, sándwiches de pan trenzado rellenos de jamón serrano.
Uno de los mejores aciertos de Divina es la disposición del espacio: la mesa de trabajo está a la vista de todos, justo en el centro del local e iluminada por tres grandes lámparas, antojándonos desde el principio con sus masas de diferentes colores y sus ingredientes frescos.