Cueva fue ideado para quienes les encanta la sobremesa, los cortes, la parrilla, los lugares acogedores y el trato excelente. El concepto va de un lugar que funje justamente como una cueva, ese sitio donde nuestros ancestros, los primeros seres humanos, se cubrían del frío, la lluvia, los peligros de la naturaleza y podían convivir, comer, hasta dormir con tranquilidad.
Desde la entrada puedes ver toques en la iluminación cálida que se asemejan al fuego con el que nuestros antepasados se iluminaban y calentaban. Verás la barra, donde el recibimiento es igual de afectivo, así como la cocina abierta, para que si tienes curiosidad veas cómo te preparan tus platillos, además de un refri donde puedes escoger tu corte.
Conocimos a uno de los dueños del lugar, Lázaro, y entendimos por qué todo funciona tan bien; siempre es mejor cuando creadores principales del lugar tienen un involucramiento real con los proyectos. Aquí se nota en las presentaciones de los platillos, la calidez del personal, la comida, el twist de cada plato, ya que eleva algo que usualmente podrías comer hasta la coctelería (básica y de autor).
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Ahora sí, a lo que nos interesa, nos sacrificamos y le tuvimos (sí, ajá) que picar a varios platillos, aquí te van los más relevantes. Pero antes, probamos un Paper Plane, un coctelito corto con bourbon, amaro, aperol, jugo de limón, zumo de naranja. Muy rico, con la frescura cítrica de la naranja/limón, además del dulzor de los bitters.
Como entradas pedimos un betabel orgánico a la leña y mousse de feta, servido con pepita y garbanzo rostizado. Redondo en sabor, con el betabel totalmente presente, el sabor a humo, el mousse que aporta acidez y cremosidad. Para seguir, comimos mollejas de res, partidas en cubitos, asadas con ajo, limón amarillo, perejil y aceite de oliva, acompañado de pan pita con condimentos. Una presentación que nunca había probado, pero que funciona totalmente por lo crujiente.
Como plato fuerte pedimos unas chuletillas de cordero, con mantequilla de zaatar, jalea de menta y dip de cacahuate, servido con papas gajo, jalapeños y cebollines. El cordero es una carne un poco más fuerte en sabor, pero lo que lo eleva completamente es la jalea de menta, es dulce, fresca y creo que podría ir con cualquier proteína, pues al mezclarla con los jugos de la carne hace que tomen un plano distinto. Para terminar, escogimos la espada de churrasco, con una salsa de ceniza (chimichurri con esencia a humo, con un picor delicioso), acompañada de papas gajo, jalapeños y cebollines.
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