Apenas te estoy conociendo, Conchita, y ya siento que te quiero. Qué bueno que el chef Diego Hernández (Corazón de Tierra, Ensenada) haya decidido traer sus productos a la capital.
Aunque Conchita hace obvia alusión al menú, éste no es monótono; como el suculento lechón de carne jugosa y piel tostada; los tacos de rib eye y short rib con puré de papa, acelga, rábano y pedacitos de chicharrón (el preferido).
En cuanto a delicias marinas, su aguachile de camarón con pepino persa y chiltepín está picoso, pero como nos gusta. El taco de camarón estilo Ensenada viene con un rebozado perfecto, crujiente y ligero. El taco es imperdible, obligatorio, esencial: si no pides al menos uno, no estuviste en Conchita.
De tomar escogimos una bebida de té verde con leche de arroz y limoncillo, sonaba muy bien, pero se les pasó un poco el tiempo de reposo del té y estaba algo amarga. Para combatir la enchilada, funciona mejor el agua de limón con chía.
Al final, el elocuente mesero nos convenció de pedir un coulant de chocolate, y tenía razón: el pastelito es tibio y su relleno líquido terso, aromático, dulce sin ser empalagoso, todo lo que un coulant debe ser. Súmale unas rebanadas de plátano macho caramelizadas que le dan la vuelta a la repostería de restaurante.
No hay manera de ocultarlo: Conchita nos sedujo y nos dejó con ganas de más.