En el corredor gastronómico de San Ángel está Le Coq, un bistro alojado en una hermosa casa antigua, con un amplio patio para fumadores y una pequeña tienda de productos franceses, como quesos, mermeladas y patés. Su carta, una colección de clásicos de la cocina francesa bien ejecutados, complace a una clientela que no busca tanto la propuesta o la expresión personal de los cocineros, como la sensación reconfortante de lo que se conoce y disfruta desde siempre.
De sus entradas, probé un rico paté de campagne y unas untuosas rillettes de pato. Luego una tártara de atún fresco, en la que se les pasó la mano de jengibre; su sabor picante opacaba al pescado, y el aguacate y el pepino no lograban equilibrarlo. La sopa de cebolla cumple con las expectativas, lo mismo que el filete al vino tinto. Para terminar, me gustó su aterciopelada mousse de chocolate con praliné de avellanas y tuile (galleta fina y crujiente) de almendra. La carta de bebidas es interesante y además cuentan con cenas-maridaje especiales, presentadas por Hedoné Experience, distribuidores de vinos y de champaña Bollinger, la que toma James Bond. En fines de semana te recomiendo reservar.