Ser recibido con una gran taza de café y una mimosa de cortesía es infalible para mejorar el día. El Cordon Bleu, prestigiosa escuela culinaria y restaurante dentro de la Casa de Francia, se luce todos los sábados con un servicio que procura mucho a los comensales. Después de ofrecer las bebidas, un mesero me acompañó en un recorrido por el bufete. Como mago, abría cada charola para descubrir el guisado que contenía, siempre levantando la mano y uniendo el índice con el pulgar en señal de excelencia.
Comienza con la barra de frutas, la combinación clásica con yogur, granola y queso cottage. Quizás resulta menos atractiva porque enseguida está el pan recién salido del horno: chocolatines, croissants, y algunos salados de cebollín y ajo. Para acompañarlos hay una barra de quesos, carnes frías y un salmón receta de la casa que vale la pena probar.
En la misma mesa, un amigable chef prepara los omelettes. A esta sección quizás le falta un poco más de ingredientes para combinar, ya que las opciones son pimientos, cebolla y champiñones.
En la bonita terraza reposan charolas que van desde chilaquiles, tocino y frijoles, hasta dos platillos que cambian semana con semana o por temporada; por ejemplo, el pavo. También hay otro chef a cargo de un asador, en el que se le ve concentrado, vigilando que las brochetas de res o pollo tengan la cocción ideal.
Para finalizar hay una barra de postres y, afortunadamente, cada bocadillo es de un tamaño ideal para una prueba de la excelente repostería del lugar. El pie de limón y el brownie cerraron muy bien el paseo que, por su precio y variedad, vale mucho la pena.
Mi recomendación antes de ir es reservar un lugar en la terraza y uno en el estómago.