Hugo es un venezolano que puso un café con su esposa y lo atienden ellos mismos. Es un lugar cálido, no sólo por lo diminuto del local y los cactus que lo decoran, sino por el carisma con el que te atienden. Llegué tarde y las mesas y sillas ya estaban recogidas, las macetas estaban alineadas afuera y el pizarrón de bienvenida también. Caché a Hugo en su ritual para cerrar el local, pero aún no apagaban la máquina así que ofreció prepararme algo, con la advertencia de que después de las 7:30pm era la hora del rock.
No me decidía entre el capucchino, el moka o el chai. Hugo recomendó el dirty chai, una mezcla chai con una onza de espresso. Fue la mejor opción: tenía lo dulce del chai, la amargura de un expresso y lo terso de la leche deslactosada. Todo el café que utilizan es de Veracruz y Guerrero, sólo sirven café mexicano; Hugo comentó que no entendía cómo los mexicanos podíamos pedir café turco o guatemalteco cuando México produce grano de excelente calidad.
En la vitrina se ven panecillos dulces como cuernitos con chocolate y bisquets; para el antojo salado venden sándwiches de jamón de pavo y queso panela y bruschettas de jamón serrano con queso manchego y arúgula. A pesar de la recomendación del pay de queso con zarzamora, me animé por el strudel de manzana porque se veía enorme y redondo como de película.
De fondo sonaba el concierto de AC/DC en River Plate y Hugo me contó que le gustaba más esa versión porque había estado ahí. Dijo que no hay mejor manera de cerrar el día que con una buena dosis de rock, pues el resto de la jornada la música se adecúa a los gustos de los clientes que llegan.
Los desechables que usan en Café341 son ecológicos, me parece que son de esos establecimientos que ofrecen un recipiente con agua para los perritos que pasan. Volveré pronto, las tres cosas que probé y las porciones me gustaron. Reitero: un buen trato es la mejor manera de crear clientes frecuentes.