Llegué a un moderno edificio con fachada de concreto sobre Eugenia en la Del Valle. Es un lugar cuya sucursal precursora se encuentra en el barrio de San Ángel y su peculiar nombre responde a la filosofía de que en la vida “todo es para bien”.
Tiene una terraza con una pequeña mesa y dos sillas, una barra con bancos altos o gabinetes para sentarte. Inclínate por la última opción pues son amplios, con respaldos de madera, asientos acolchados y conexiones eléctricas fácilmente accesibles.
De la carta me agradaron los precios económicos y muy flexibles. Las bebidas –cafés y tés– oscilan desde los 22 hasta los 49 pesos, mientras que la comida como los sándwiches y los croissant están entre 50 y 70 pesos.
Leonardo, el chef, barista y sommelier de té, me explicó que el café es originario de Totutla, Puebla, de la finca de San Martín Cohuapan, para ser exactos. Pedí un capuchino que sirven en una taza, ideal para “chopear” un biscotti de nuez y chocolate blanco o una concha. El café estaba espumoso y dulce sin ser empalagoso (tiene notas de chocolate, avellana y pan tostado). Lo sirven caliente, pero puedes darle sorbos continuos sin quemarte.
Si el apetito se manifiesta, pide un emparedado caprese con jitomate, mozzarella fresco, arúgula, mantequilla de albahaca y crema de vinagre balsámico, la que cobra protagonismo. Lo sirven en un plato rústico con dos rebanadas, es perfecto para comer algo sano y no llenarse en exceso.
Cuando pedí la cuenta el ticket indicó que gasté menos de 100 pesos y, en la balanza, me quedé satisfecha por el precio, el servicio y la calidad. Sin duda regresaré y será para pedir un té servido en vaso de doble cristal.