Este es un espacio de cocina mexicana y una tortillería tradicional en la Cuauhtémoc. La comida gira alrededor del comal y del campo, con el maíz criollo y el nixtamal como materias primas, cuya utilización promueve el comercio justo.
El mobiliario consta de comal, mimbre, sillas y mesas de madera; los colores que reinan son amarillo huevo y café y hay un altar frente a la cocina descubierta. Lo que llamó mi atención fue el techo repleto de tapancos de maíz criollo. Una belleza de interiorismo.
Para aplacar el apetito abrí con la sopa amelia, una versión personal de la sopa de tortilla. La presentación es muy buena, el color es rojo brillante, la consistencia espesa como un caldillo potente de jitomate y humea, aunque una vez en la boca me decepcionó pues le faltó sazón. Para acompañarla, ordené una fresca agua de alfalfa.
Para el plato fuerte pedí una recomendación. “De fiesta”, me dijo el mesero. Son dos tacos rellenos de mole negro, con gallina de rancho y plátano frito con cacahuate. Fueron un gancho a mi paladar por la intensidad del mole y la suavidad de la carne de gallina; el plátano frito estaba dulce y combinó perfecto con el sabor del cacahuate tostado, todo estaba envuelto en un par de tortillas recién hechas a mano. Como una buena fiesta, cuando se terminó me quedé con ganas de más.
El postre definitivamente no me defraudó. Pedí una empanada de plátano frito rellena de chocolate que se derretía en mi boca, venía adornada con laminitas de fresa y azúcar glass.
En la carta también tienen mezcal así que tendré que regresar a probarlos y a dejar que Amelia me sorprenda.
Esta cocina es una referencia para quienes buscan una probada de cocina mexicana tradicional en este barrio. Aunque es un poco pesada para comer a diario, definitivamente es un punto de partida para los amantes de la cocina mexicana gourmet.