¿Puede el café contar con un autor propio? Es más, ¿podría tener diversos matices y estilos, con esas diferencias que separan a una novela negra de un texto de realismo mágico? En Centro Café opinan que sí, por supuesto que se puede.
Los baristas que idearon el concepto detrás de esta peculiar cafetería firman sus obras cafeteras como si de novelas se tratara: por ejemplo, Luis C. Fernández presenta un grano de Puebla, levemente amargo, caramelizado, con gusto a azúcar y especias, de cuerpo medio alto y tostado medio alto.
Otra barista, Giannandrea Dubini, se decanta por un café diemme, más dulce que el anterior, de notas claras a chocolate y mantequilla. Por su parte, Avenamar Gutiérrez elige un café sureño mexicano, de cuerpo medio alto y tostado medio.
Cada grano de autor viene recomendado para beberse de distintas maneras, ya sea en machiato, espresso, dripper, aeropress, capuccino o sifón japonés, un método de extracción al vacío, que ofrece un espectáculo muy atractivo cuando el agua sube y parece mezclarse por arte de magia con el café. Me dicen que este método produce una bebida que podría definirse como “té de café”, light y equilibrada.
Elijo un café de Veracruz, firmado por Ariadna Chaparro. Es balanceado y ligero, aunque me parece que le falta un poco de cuerpo para percibir las notas de flor de café y frutos secos que me aseguran que tiene. Eso sí, la presentación es muy bonita: la taza se sirve en una bandeja, con un pedacito de amaranto con chocolate y un vaso de agua mineral.
Aunque Centro Café es un templo a las bebidas de especialidad, no intimida a los legos en la materia. Más que impresionar, busca enseñar, pues su menú es detallado y específico. Es una buena introducción para aquellos que buscan algo distinto a una taza simple de americano.