Este secreto —bien guardado— de la Industrial es sólo para conocedores. Aquí las pretensiones se quedan afuera para dar paso al sabor casero de la familia de Don Goyo, que te recibe literalmente con cazuelas gigantes de los guisos del día, que en mi visita figuraron chicharrón en salsa verde, carne de puerco en pipián, manitas de puerco en salsa verde y tacos dorados, pero que cambian diariamente.
Cuando llegué fue imposible no recordar la casa de mi abuela. Las paredes tienen amarillos y rosas brillantes, artesanías, que hace juego con las mesas de madera que se distribuyen en lo que parece, fue el estacionamiento de una casa. Al fondo se aprecia una colección de máscaras de madera y una piñata muy descolorida que al lleva varios años colgando.
Me senté y al momento llegó un mesero a darme la lista de guisos del día. Elegí el chicharrón en salsa verde y las enchiladas de chipotle —porque gordo—. Antes de mandarme los platos fuertes me preguntaron si quería arroz o pasta, pedí un poco de ambos; el arroz era rojo y tenía granos de elote dulce que se mezclaban perfecto con lo salado del jitomate; el espagueti también era rojo y tenia cubos de jamón. Aunque sea casi un acto de terrorismo, en las fondas mexicanas se sirve la pasta sobre cocida, algo que me gusta. Me hace sentir en casa.
Entre el agua de jamaica —con el dulzor exacto— y el costalito de tortillas echas a mano —que es imposible no tocar—, llegó el chicharrón en salsa verde con frijoles refritos. La salsa estaba perfumada con cilantro y tenia nopales; mientras que las enchiladas de chipotle estaban bien rellenas y el caldillo estaba bien sazonado, aunque debo decir que la calidad del queso con el que estaban espolvoreadas le restaron sabor.
Debido a la preparación casera de sus platillos —y la esencia de la abuela que ronda el restaurante— se presta para visitarlo con toda tu familia. No tendrás problema en encontrar mesa porque la mayoría son para cinco personas o más.
Los fines de semana son los más concurridos, ya que tienen platillos especiales. Vale la pena levantarse temprano y visitarlo sábado o domingo cuando pruebas su picosita pancita verde, sus tiernos chamorros y su jugosa barbacoa. Los domingos tienen paella.