Da gusto encontrar lugares como Catalina, una pequeña brasserie en el Corredor Tonalá que muestra gran madurez en su propuesta de cocina francesa relajada, pese a su reciente apertura.
El chef Jorge Avendaño (Puebla 109) propone entradas frías como el carpaccio de pescado con limón amarillo, o calientes, como el pulpo salteado con papas y aceite de chile.
En un día de oficina, pide la baguette de pierna horneada a la miel, servida con mostaza antigua y pepinillos caseros: tiene la proporción áurea de sabores agridulces. Si cuentas con más tiempo, el steak frites llega en su punto, y no le ponemos peros al fricassée de pollo con hongos silvestres.
En mesas vecinas vimos comensales muy satisfechos con la lengua a la bearnesa y el jamón de pato curado en casa; sin duda volveremos a probarlos, lo mismo que sus desayunos.
Para terminar, rompe a punta de cuchara la dorada cubierta de su crème brûlée aromatizada con tomillo, o comparte el panqué de yogurt con arándanos y helado de caramelo salado, un favorito instantáneo.
Ojalá cuiden su relación con los espacios públicos y los residentes de la Roma, pero en cuestión gastronómica ya podemos decir: Catalina, iremos a visitarte muy seguido