Sobre el agua muy caliente flota una extraña flor: pareciera una alcachofa. Es un capullo artificial. El conglomerado de té de jazmín, al estar en agua caliente, abre poco a poco sus hojas y libera sus aceites esenciales, aroma y sabor. Es el arte del llamado blooming tea –o té floreciente– heredero de la tradición oriental. Como si se derramaran gotas de tinta en el recipiente, se colorea el líquido de la jarra con verde claro. A diferencia de otros tés, en este caso no necesitas retirar el capullo después de un tiempo. De hecho lo mejor es que esperes unos seis minutos a que se desprendan todos sus perfumes. El sabor es suave; el aroma es penetrante… y ese perfume sutil por momentos lo percibes desde afuera en el discreto Barrio de la Conchita, en Coyoacán.
La Ruta de la Seda es como esa novela de Alessandro Baricco (Seda), un viaje erótico, hecho de sugerencias y fascinación de los sentidos. Enfriemos la temperatura: exploremos sus limonadas y el hielo que cruje al interior del vaso. Las bebidas refrescantes se hacen con jengibre o con agua de rosas y de fresas: es el mismo efecto seductor y femenino. La misma tenue transgresión de los aromas.
Ahora entran en acción los dientes, la lengua. Cierra los ojos. Introduce en tu boca ese pastel ligero de té verde llamado kyoto, o el gâteau á la lavande, hecho con flores de espliego. Muerde. Deja que sus sabores se disuelvan. Espera: la sensación llega por oleadas.
Podríamos hablar de su obsesión por los productos orgánicos, o de su decoración por momentos rústica, por instantes sofisticada, de sus desayunos o ensaladas de flores, o de su tienda de productos, pero sería demasiado mundano. Quedémonos con el perfume, con la sutileza, lo demás lo dejamos para otra ocasión.