Vamos al grano: el tesoro de este nuevo café coyoacanense son los scones, los tradicionales panecillos ingleses que se comen a la hora del té con mantequilla o crema espesa (clotted cream) y mermelada.
Aunque en México se tiene la idea de que son muy aristocráticos, en realidad son panes sencillos en los que debe prevalecer la frescura, ya que no se valen de betunes y ganaches como lo hacen los cupcakes para impresionar. Aquí se hacen con la receta de la familia Valender –los propietarios– y se sirven el mismo día en que se hornean; son esponjados, apenas con un dejo de dulzura —para eso está la mermelada— y sin barroquismos: simples o con moras azules. Con eso tienen para conquistar.
De comida salada hay sándwiches como el de roast beef con gouda y cebolla caramelizada (rico pero algo seco) y ensaladas; para desayunar destacan los huevos benedictinos. El menú dulce también ofrece panqués, trifle (otro clásico británico) y un delicioso apple crumble con compota de manzana natural, cubierta de migas y natilla de vainilla. De tomar hay una interesante carta de tés, infusiones —la de hinojo y bálsamo de limón es un excelente digestivo— y café orgánico chiapaneco.
El servicio es atento, ponen buena música y el espacio luminoso, minimalista y sin aglomeraciones invita a pasar un rato tranquilo: esta pequeña cafetería inglesa no se nos va a olvidar.