Todo el lugar condensa una predilección por el balance y el diseño. El café que ofrecen es de especialidad y los antojitos para acompañar la bebida se reducen a pan dulce y galletas con chispas. La música se adecúa al lugar; es una mezcla de indie, rock y pop, un ambiente disfrutable.
Pedí un aeropress con café arábica de Hidalgo, la técnica fue un éxito porque redujo la acidez de la infusión. El barista disfruta, especialmente, utilizar este método pues le brinda la posibilidad de explicar a los clientes la perfección de la técnica empleada. Para corear pedí un croissant de chocolate que derivó en un gusto para mi barriga. Después pedí un té pu-erh –rojo–, me lo enseñaron desde el recipiente que lo contenía y pude notar su frescura, textura y olor a tierra húmeda.
Si hay un acierto, además del café, es que entre el staff y el espacio se logra un equilibrio de calidez y amabilidad. Encontré este balance en la pareja que atiende la barra; el encargado es uno de los socios y la chica es aprendiz de barista. Ella es amable y sencilla, mientras que el chico es exigente y perfeccionista, dispuesto a conocer la razón de la visita de cada cliente. Este interrogatorio, lejos de molestar, dio pie a platicar con arrojo y confianza, descubrí que había trabajado en Drip Specialty Coffee con anterioridad.
La barra es el corazón de Brown Caffeine Lab y se ubica del lado izquierdo. En este local hay dos figuras y dos materiales predominantes: cuadros y rayas; madera y aluminio. Una de las paredes fue diseñada con un algoritmo para lograr que la disposición de los cubos de madera que la conforman, crearan un plano en tercera dimensión. La otra pared es sencilla, cubierta con pintura para pizarrón en la cual muestran sus productos. Al interior del baño hay una calcomanía de la portada de El resplandor (1980) de Stanley Kubrick, el símbolo de WC es una estampa al estilo La guerra de las galaxias, y en conjunto, estos pegotes le dan mucha onda al lugar.
Brown Caffeine Lab resultó muy gratificante. El diálogo entre cliente y barista es la esencia que se destila en este laboratorio de café. Además, su ubicación en la parte sur de la Roma es perfecta si uno quiere alejarse del barullo en el que se ha transformado el resto de la colonia.