“Café mexicano de especialidad” es lo que dice el letrero en la calle. Adentro, son cuatro mesas y una barra al fondo en un pequeño espacio lo que me hicieron sentir en confianza y seguro de quedarme. Se percibe un minimalismo en la decoración con destellos de artesanía mexicana, como servilleteros bordados y un gran cuadro con la escena de un pueblo mexicano. En la barra llaman la atención las diferentes herramientas para la extracción de café y la vitrina repleta de postres y galletas a simple vista me hizo salivar.
El chiste es seleccionar un método de extracción, hay prensa francesa, kyoto, chemex, aeropress o dripper; después el grano de café, de Veracruz, Oaxaca o Chiapas. Para estas mañanas cálidas la mejor opción es el kyoto, una extracción en frío que toma de cuatro a 12 horas en extraerse en un dispositivo especial de vidrio que permite nivelar el goteo del agua sobre el grano molido. Con granos de Veracruz la infusión fresca conservó los aromas tostados y florales, un sabor potente y reconfortante; mientras lo tomaba éste evolucionaba y aumentaba su fuerza.
Para acompañar, me comentaron que las estrellas del lugar eran cheesecakes de frutos rojos y guayaba. Tienen una consistencia rígida por fuera y muy suave y delicada por dentro; la mermelada de frutos rojos estaba perfecta en dulzor y consistencia. En esta nueva sucursal de Borola garantizan la calidad de la taza, y además, con el orgullo de ser completamente mexicano.