Una manera perfecta de resolver el hambre y probar muchos sabores con una copa de vino son las croquetas, empanizadas y fritas, preparadas con bechamel en su mezcla, una salsa blanca clásica de Francia elaborada con leche, harina y mantequilla que le da nombre a este restaurante español y mexicano.
Son siete croquetas saladas y tres dulces. Las más pedidas son las de carne BBQ, con toda la onda agridulce en la salsa que llevan encima, la carne queda bien cocida y sazonada con pimienta. Las picositas son las de camarón y mayonesa de chipotle, aunque podrían llevar más marisco, pero el sabor ahumado del chile es infalible. Las clásicas son las de jamón serrano, y las atrevidas de chorizo con gouda y salsa de habanero y zarzamora. En cuanto a las dulces, las de queso de cabra y manzana son las reinas, saben ligeramente a especias y encima tienen salsa de miel; podrían ser un postre, pero no decepcionan como entrada si te encanta lo dulce. Pregunta por los combos de croquetas con vino.
Siguiendo la línea española, hay tapas clásicas como chistorra ($30) y escalibada de pimientos ($30), entre otras opciones para que armes un combo de hasta cinco tapas ($99). En la carta encontrarás otros platillos como tortilla española, papas bravas, gazpacho y paella, que si tienes suerte los encontrarás entre semana con el menú del día ($99), hecho con cariño para los oficinistas del centro.
El encanto de Bechamel también se nota en el consumo promedio; la relación precio calidad excede expectativas exigentes. Es un restaurante ideal para ir acompañado, en plan relajado y compartir tapas y vino sin gastar una fortuna.