La Haus Juárez
Foto: Alejandra Carbajal
Foto: Alejandra Carbajal

7 bares para melómanos en la CDMX

Si vives por y para la música, tu tribu se reúne en estos listening bars de la Ciudad de México

Elisa Herrera
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Buenas rolas y buenos tragos, de eso se trata la vida. Si todo el día te acompaña alguna melodía e inviertes más en audífonos que en ropa, te sentirás como en casa en estos bares para melómanos. 

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El concepto de los listening bars o HiFi bars surgió en Japón y su popularidad se ha extendido en ciudades como Nueva York, Londres, Barcelona u Oakland. En la CDMX cada vez hay más de este tipo de lugares donde la calidad del sonido y las playlists son la prioridad. Spots perfectos para conocer artistas mientras tomas unos cocteles, se desentierran joyas del pasado, se hace comunidad musical e incluso se compran e intercambian viniles. 

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  • Vida nocturna
  • Juárez 
  • 5 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

¿Cómo apretujas una tienda de viniles, una cafetería y un bar en 22 metros cuadrados? En Bussifame lo lograron. Este lugar materializa su pasión por la música y la gastronomía en este local que es las tres cosas a la vez, a través de un diseño interior que optimiza el espacio con bancas de madera y muchas repisas para que no se sienta amontonado. 

Sobre las paredes me recibieron viniles de Los Tigres del Norte, Noel Pointer, The Animals y Prince, lo cual ya es muestra de que aunque tienen una gran curaduría en la que participan coleccionistas como Chitarah, Hamish Anderson, Carmen Ruíz, DJ Raw o Barreto. La consigna aquí es que no se cierran a ningún género, mientras que siempre haya buena música; por eso el lema inscrito en sus portavasos es “Déjalo que gire”. 

Dos detalles cool: ningún disco cuesta más de 500 pesos y al acercarte, cada uno lleva una etiqueta con una descripción breve y muchas veces jocosa, como si tu compa el más melómano te explicara de qué va. El One from the Heart, de Tom Waits y Cristal Gayle decía: “Soundtrack de la película que dejó en bancarrota a Francis Ford Coppola pero nos regaló una colaboración suprema”. Si quieres oír un disco antes de comprarlo, sin pena pide que te lo pongan. También hay cassettes y cds a la venta ¿te acuerdas de esos? 

Al fondo del local está la tornamesa y mezcladora donde Tona, mejor conocido como Caribe 89, se pone a jugar y donde tú podrías aprender a pinchar. Un domingo al mes, a las 11am harán una Escuela de Pinchadiscos en la que resolverán todo tipo de dudas, desde qué equipo comprar para tu casa hasta los básicos para iniciarte en esto de la mezcla de música. 

El otro lado del proyecto es la barra de café, drinks y comida. Los tragos fueron creados por una crack de las barras, Carmen Huizapol (Café de Nadie); y los bocadillos son de Nogal Nogal, de los chefs Rebeca Ortiz y Xavier Piñer, cuyo pop up de cenas itinerantes Supper Club se esparce como pólvora de boca en boca en la CDMX.

Comencé con un fragante café americano  (perdón, acá se llama “gringo”) con un grano natural de Guerrero, perfecto para el levantón de medio día. Si vas más tarde, disfruta la selección músical con el Vermú (licor de guanábana, Carpano blanco, ginebra infusionada y lemon grass); pero si caes en plan precopeo, vete directo por el “bussifame” con mezcal, Giffard de toronja y Cocchi rosa.

  • Vida nocturna
  • Zona Rosa
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

Una champañería, tienda de discos y listening club, todo en un pequeño espacio de la colonia Juárez, en el que la música, el vino espumoso, las cervezas artesanales y las luces de neón son los protagonistas de la noche.

La Haus es un espacio pequeño, minimalista, en el que no hacen falta más adornos que los discos importados: Röyksopp, Massive Attack y Moderat descansan en los estantes esperando que te los lleves a casa. La tornamesa, operada por DJs locales o invitados, alterna sesiones de viniles que pasean entre el funk, el dance, la salsa, el guaguancó y el soul, así puedes disfrutar una noche con Carlos René, Elsa Bor, Kalbox y María del Rossario, entre otros, que te compartirán un poco de sus colecciones y propondrán la atmósfera y el ritmo de la velada. En sus listening parties, podrás sumergirte por un rato en los sonidos de Björk, The Cure, Portishead, Daniel Johnston y Joy Division, o de quien sea que tenga un par de discos para degustar.

Si hablamos de la carta, además de poder tomarte una copa (o una botella) de Can Paixano, puedes empezar eligiendo alguna de las cervezas artesanales e internacionales, que tienen una selección semanal de la que no te aburrirás nunca. A la coctelería clásica, se le suman algunos tragos que tienes que probar, como el Haus, una especie de Mimosa reloaded, con frutos rojos y jugo de arándano que te refresca porque te refresca; el Negroni sbagliato, un “negroni por error” que convierte a este clásico en un coctel más ligero y quitased; o las mezcalitas, unas margaritas de mezcal que le dan al ya conocido coctel, la nota ahumada que contrasta perfecto con el dulce y el limón.

Aunque normalmente se agradecen las cartas con más opciones de alimentos, el hecho de que los cocteles sean tan interesantes y simples a la vez logra que el maridaje con unas tapas sencillas o una tabla de charcutería sea suficiente. Al final, La Haus es la muestra de que bastan unos cocteles bien hechos y bebidas de calidad, y una buena curaduría musical para tener un lugar al que vas a querer regresar.

— Aura Mendoza

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Choza

En la terraza está el restaurante donde el chef Tyler Henry juega con sabores influenciados por la cocina tailandesa, mexicana y peruana, y nos deleita con creaciones picosas y especiadas, además de varios tipos de curry hechos desde cero. Pero el chef no puede negar su amor por la música, así que todos los lunes son listening nights hasta la 1am en el piso intermedio. Disfruta tu cena y un coctel de la casa con una muy clavada y exquisita selección de vinilos. algunas semanas también hay jazz experimental en vivo.

Monterrey 194, Roma. Sáb-dom 3-9pm. Lun 7pm-1am. 

  • Condesa
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

Emprender un proyecto con amigos puede salir muy bien o muy mal, y mucho del éxito depende de que todos los involucrados compartan la misma obsesión. En el caso de Hule, es la música. 

Apenas entré, lo primero que pensé fue “¿qué estamos oyendo?”. Si vienes a este café-bar, ven preparado con teléfono en mano para shazamear todo lo que escuches, tus playlists te lo van a agradecer. Esta tienda de vinilos/ café/bar abrió hace dos años y poco a poco se ha ido haciendo un punto de reunión para una comunidad de melómanos que intercambian, compran y hablan (casi todo el tiempo) de vinilos. ¿Te suena la vibra de High Fidelity? Es algo así pero con buen café, vinos y un patiecito coqueto. 

Algo importante es que no venden discos nuevos, toda la selección de viniles a la venta viene de colecciones antiguas cuya curaduría la hace el equipo de Hule. Los géneros abarcan desde funk, jazz y rock hasta salsa y rarezas perdidas de la música popular mexicana. 

La intención de generar una comunidad alrededor de la música hace que estén abiertos a impulsar propuestas nacionales, por ello, más o menos dos veces por semana, hay eventos donde colaboran proyectos gastronómicos, artísticos y, obviamente, musicales. Así han tenido djs invitados, showcases, venta de merch, taller de pasta o cata de cacao. Aunque, en mi opinión, lo que más le agradezco a Hule es que ya sé dónde parar en la Condesa a estar tranquila con excelente música. 

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  • Coctelerías
  • Cuauhtémoc
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

High-Fi Analog Cocktail Bar, o lo que es lo mismo: un bar de coctelería con viniles. Tokyo Music Bar es un elemento sumado a la carta de Edo Kobayashi, ubicado cara a cara con Emília, el restaurante del chef Lucho Martínez; un manifiesto en cocteles de autor a base de ingredientes naturales y destilados variados.

Predomina el minimalismo entre la muy ordenada barra y la simetría del mobiliario: sillas y sillones rosa claro, redondas y rectangulares, entre mesas negras y detalles cobrizos. La tenue iluminación que le rodea otorga un curioso tono retro, sumado con que a primera vista están los tocadiscos. Digamos, entras con la sensación de una canción de Mac DeMarco, y de repente saltas hacia las vibraciones de “Verdis Quo” de Daft Punk. Está cool.

Edo y DJ Matsu recopilaron los viniles— hay discos japoneses y americanos—, piezas que ellos compraron o les regalaron. Esta travesía musical se coordina con el show en barra: los bartenders arman el playlist durante las primeras horas de la noche, más adelante llega el dj de casa. Te dan el corto y conciso menú, donde todos los tragos clásicos y de autor se sirven en cristalería japonesa tallada a mano, y cuestan $250. 

Unsaid, como la canción de The Fray, es un juego astringente y sutilmente burbujeante: lleva whisky, fresa quemada (la traen de su propio huerto, pasa por un soplete y otorga toques ácidos) y té de oolong gasificado. Un asegurado consentido de la casa que da gusto a todos los paladares, versátil y de encantador tono rubí.

Siguiendo la línea del poder frutal, está el pink+white, un negroni con sandía clarificada (aquella que atravesó un proceso de filtración, sale turbio o claro); servida en vaso corto, de cuerpo aterciopelado a la vista y muy vivo al sorberse: el principio es un sabor muy familiar, pero termina con el dulzor de la sandía.

Hay que avisarle a Dev Hynes que “Champagne Coast” es el ritmo perfecto para tomar el coctel bajo este mismo nombre: lleva champagne y un licor infusionado en ruda, una hierba muy aromática que, según las abuelitas, se toma para no embarazarse.

Tokyo Music Bar tiene a su hermano mayor en Tokio, el Ginza Music Bar, y agradecemos que este pedacito de país del sol naciente se conjuntara con el potencial de los componentes mexicanos desde la CDMX. Eso, y que abren en lunes.

  • Estadounidense
  • Juárez 
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Loose Blues Dining
Loose Blues Dining

La Juárez es una colonia que mantiene un equilibrio entre lo histórico de sus edificios antiguos y las nuevas aperturas que le dan un segundo aire. Cada local tiene su propio “estilacho” y su personalidad que aportar.

Poniendo a esta colonia más guapa se encuentra Loose Blues, una tienda vintage de ropa, revistas, sombreros (de lo más), arte y vinilos, todo seleccionado con cariño y cuidado. Adentro, resguardado como secreto, está Loose Blues Dining.

Por naturaleza –casi por obligación–, un diner es un lugar relajado, de eso se trata, uno no espera nada más ni nada menos y cuando me enteré de este lugar: ¡pum!, en automático, hambre y emoción. Era perfecto, la personalidad, el concepto y la ubicación.

Para visitarlo, me puse un sombrero C Crown Fedora, de color negro para estar ad hoc al estilo que se maneja en este sitio y entonar con las joyitas sombrereras que venden. Entonces me lancé feliz.

Por dentro encontré una barra y una iluminación de luz sepia por los focos vintage. Llegó a mí el especial del día: era un tartár de salmón. Una mezcla preparada al momento con pescado fresco y aderezada de tal manera que el juego del ácido y el amargo estaba rico. Luego, unas tostaditas de ceviche con un salpicado bonito de colores (mango, cebolla morada, camarón, pulpo) con frescura y rica sazón. Estas son dos buenas opciones del lugar.

Pedí que me recomendaran un plato y al seguir la sugerencia me animé por el mentaiko. una pasta cremosa a base de hueva de pescado, calamar y shizo. Desde que tomé asiento había fantaseado con pedir postres. Se leen antojables, como el ringo vanilla (manzana y pera al vino tinto con helado de vainilla, dulce de leche y nuez) o el tofu cheesecake (con frutos rojos). 

Aunque el servicio en el comedor puede ser un poco flojo, si vas a comprar revistas de importación o ropa y te ataca el hambre, quédate a comer. 

 

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  • Vida nocturna
  • Zona Rosa
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out

Coppola te recibe con música ochentera, un gran despliegue de vinilos y una carta preparada exhaustivamente por Jaime Durán donde reina la pizza de masa madre. Además, coctelería de Braulio Hernández que comienza por los spritz, y pasa por los negronis, martinis y mocktails. El ambiente lo pone el Dj, encargado de hacer que te sientas envuelto en una burbuja, pues a pesar de las voces de una casa llena, puedes platicar. 

Éntrale a la pizza Duxelle, con base de sofrito de hongos aromatizados con aceite de trufa, queso fontina, mizuna y parmesano, preparada en horno de piedra, y acompañada de una salsa de cacahuate (nada picosa, pero espectacular). Una pizza ligera, llena de sabor de principio a fin. El cielo en una rebanada que se deshace en el paladar.

Para acompañar cada tiempo nos pedimos un Sensao spritz (ginebra, refresco de guaraná, prosecco, carambolo, menta y agua mineral); y una Margarita o paloma?, con tequila blanco, licor de tequila de tamarindo, agua de piña, jugo de limón, soda de toronja, y escarcha de sal del Himalaya. Uno dulce, de esos donde casi no se siente el alcohol y refrescan; el otro más clásico, respectivamente. 

 

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