Babero es un gran caso de éxito de las redes sociales. Gracias a la avalancha de food porn que sus platos causan en Instagram, es probable que encuentres el lugar a reventar, en especial por las noches. Si añadimos la interesante arquitectura del lugar, con techos altísimos y paredes en concreto crudo, éste se ha vuelto el nuevo lugar para ver y ser visto/a.
Como llegué sin reservación (no lo haga en casa), solo encontré lugar en la barra. Ahí pude ver que los bartenders le ponen cariño a sus cocteles y eso me animó -y a mi acompañante- a pedir un negroni de la casa y un sbagliato (el cual preparan con dos aperitivos italianos: cocchi americano, cocchi rosa y prosecco); bien servidos, que disfrutamos sin ninguna queja mientras analizábamos el menú.
En Babero hay una decena de entradas y algunos platos fuertes que funcionan para compartir entre dos y hasta tres personas si los pides al centro, pero donde debes centrar tu atención es en la sección de pastas. Rezando por que lo que había visto en redes no me fallara, pedí los rigatoni alfredo, o sea pasta corta en forma de tubos que nadan en una sustanciosa salsa de quesos hecha de parmesano y pecorino. De este plato sí nos acabamos hasta la última cremosa gota. Algo que podrás notar es que aquí se toman sus ingredientes lácteos muy en serio. Al ser una pasta hueca, la salsa se mete dentro y te llena la boca de notas umami. ¿La recomendación? no dejes que se enfríe porque se vuelve muy pesada.
En esa línea vimos desfilar en todas las mesas más salsas blancas como el capellini en salsa de trufa o el risotto con salsa de tres quesos. Ojo, si el queso no te va, en todas ellas te parecerá excesivo, así que da “vuelta en u” y vete hacia, por ejemplo, el rigatoni amantreciana.
Como no es mi caso, de hecho en el tema del queso el autocontrol no es mi fuerte, también probamos el brie empanizado para picar. Va servido con ensalada, una compota de fruta y pan fresco, los cuales hacen un buen contraste con el crocante del queso.
Al llegar al postre, fue una sorpresa añadir Babero directo a la lista de los lugares que tienen cheesecake de calabaza todo el año y no solo en noviembre; su versión es bastante clásica, compacta, no demasiado dulce y lo bañan con una ligera crema por encima. (¿Más lácteos? Sí, pero ya fue el último, lo prometo.)
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