No exagero al decir que este local es del tamaño de la sala de mi casa, diminuto. En la entrada de la cocina, destaca la presencia de un refrigerador y vitrina, con quesos y embutidos, la mayoría realizados y curtidos por el mismo dueño en México. Los quesos como el tomino y el Parmigiano Reggiano (parmesano), son importados del Mediterráneo con sus respectivas denominaciones de origen, mismos que no se encuentran en la mayoría de tiendas gourmet o restaurantes.
“¿Qué tenemos por aquí? Panini, tabla de quesos, carnes frías, ensaladas, muchísimas pastas. Lo quiero todo”, dije en voz alta.
Para comenzar, ordené un tomino envuelto en prosciutto crudo, con aceite de oliva y alcachofas, se disolvía en la boca, lentamente, evocando la campaña piamontés con su delicioso aroma, tal y como lo preparan en la campiña italiana. Un secreto muy bien guardado porque no se encuentra escrito en el menú, pídelo al mesero.
Para disfrutar, una copa de vino Nero d’Avola, la especialidad tinta siciliana con denominación de origen controlada, es suave y frutal.
Los gnocchi alla sorrentina están bañados en salsa de tomate con queso mozzarella y parmigiano. Son un absoluto delirio, con su salsa roja semiamarga que se conjuga a la perfección con el par de quesos.
Si prefieres algo del mar, está el salmone alla griglia (a la parrilla) con gajos de naranja, tomates cherry y ensalada. El salmón se disuelve como mantequilla en el tenedor, con perfecta consistencia y prueba de la hábil técnica de la cocina.
Para cerrar de la mejor manera, el postre: una torta di ricotta e cioccolato, con el justo dulzor que encanta pero no empalaga.
El servicio merece reconocimiento especial, por su gran gentileza y amabilidad. Este lugar es sin duda uno de los mejores restaurantes italianos de la ciudad, los ingredientes son frescos, muchos importados para completar la experiencia italiana, lo que lo convierte en un auténtico pedazo del Mediterráneo en una esquina de Polanco.