La chef Lula Martín del Campo parece no descansar ni un segundo. Además de colaborar con toda la escena gastronómica de un extremo a otro del país (y siempre con su gran sonrisa), la chef acaba de estrenar un rooftop impresionante en la Roma.
Preguntamos por el lugar en el coworking que hay en la planta baja y nos indicaron tomar el elevador hasta la terraza del edificio. Se abrieron las puertas y nos introdujimos con caras de wow al restaurante de dos pisos: un espacio tropical, aireado, donde cada mesa y superficie está engalanada con piezas de diseñadores mexicanos, los cuales se ven vibrantes con la luz dorada que atraviesa los inmensos ventanales. La vista es imponente y el lugar está circundado por plantas naturales de un verde casi imposible.
La visión de la chef de la cocina mexicana comienza desde el set de mesa: tortillas de maíces criollos con frijoles y tres deliciosas salsas. Para comenzar, probamos unas gorditas de chicharrón prensado y queso cotija a las que no hay que verles la grasa, sino dejarse apapachar por su sazón redondo, sin pasarse de sal.
Del lado marino, nos fuimos por el taco estilo Baja y el ceviche de Totoaba, un pez blanco que ーmuy importanteー siempre debe ser de cultivo, ya que su pesca salvaje es ilegal y la chef está consciente de ello. Si has ido a Marea, te imaginarás que aquí replica su compromiso con la sustentabilidad en los insumos. Lo prepara con jugo de limón, cebolla morada, chile cuaresmeño, aguacate y aceite de olivo. Del lado terrestre nos fuimos por el filete, que aunque tenía buena textura, de la parrilla me quedaría con el pescado zarandeado porque ya me enamoré de él una vez en Marea.
Tenemos que hablar de la coctelería, ya que los tragos consideran destilados mexicanos que, opacados por el tequila y el mezcal, apenas se están abriendo paso en la ciudad: sotol, raicilla o bacanora. Me recomendaron uno con sotol, maracuyá y limón que, además de estar delicioso si te gustan las notas ahumadas y cítricas, estaba decorado con una flor morada que lo hacía una obra de arte.
Los postres son grandes y pensados para dos o tres personas, en especial el pastel, que, en homenaje a los postres callejeros, está decorado con obleas de colores. En sabor es parecido a un tres leches, pero este se baña frente a tus ojos de una horchata acanelada que no es excesivamente dulce.
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