En el principio fue el fuego, y después de él, todo lo demás. En la azotea del edificio que alberga al sorprendente Antesala y a Lorea, está Alelí, una propuesta simple pero arriesgada, que tiene como personajes principales la agradable tranquilidad de una azotea llena de plantas y silencio; y el fuego, sus brasas y calor, que ahúman y transforman un poco de arroz en un manjar.
De la mente del Chef Oswaldo Oliva, Alelí es una propuesta reconfortante que dan ganas de compartir con quienes queremos, la carta es consistente, y muestra con maestría que el carbón y el fuego son transformadores. Honestamente, no creo que hay una sola cosa que no valga la pena probar, pero hablemos de los Cogollos de lechuga asados con aderezo de pistache y limón, que son una sorpresa al paladar de una glotona antiensaladas; o del taco de camarón jumbo en el que puedes saborear las brasas, mientras muerdes los crujientes romeritos crudos que son el complemento de frescura perfecto; y la estrella de la casa, el socarrat, ese arroz meloso que se queda pegado a la paellera, en Alelí lo sirven con chicharrón prensado y láminas de pescado.
También lee: cafeterías con terraza en la CDMX
La frescura y el humo, lo crudo y lo asado, lo dulce y lo salado se unen en cada platillo para completar le experiencia de estar en una de las ciudades más grandes y caóticas del mundo, y sentirte en un tranquilo paraíso. Para beber, cervezas de la casa, cocteles clásicos y revolucionados, y el vermut de la casa, Lovo, que te va a atrapar desde que veas la botella.
Alelí nos sorprendió hasta el final, hasta el postre, su cheesecake asado supera la cremosidad permitida, se sirve con una compota de temporada y te lleva al cielo. Pero para mí, el cierre perfecto de una cena al carbón, fue el plátano a las brasas, con la cáscara ennegrecida, el plátano es suave acompañado de una salsa de caramelo y un poco de queso ahumado. Después de probarlo, puedes ir tranquilo a tu casa a pensar en todo lo que el fuego puede hacer.
Te recomendamos: Altanera Rooftop