Cocina francesa en la CDMX
Foto: Alejandra Carbajal
Foto: Alejandra Carbajal

Restaurantes de comida francesa en la CDMX

Desde crepas hasta coq au vin, enlistamos los lugares con la mejor comida gala de la Ciudad de México

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Oh la la, porque la comida gala nos encanta, te enlistamos los mejores representantes de comida francesa en la Ciudad de México. Al igual que en México, hay ingredientes diferentes por cada región de Francia: al norte emplean más mantequilla, y al sur hay gran influencia de hierbas. Experiméntalos desde las sartenes mexicanas.

También apunta los 8 bistros en la CDMX que te volverán loco y las mejores panaderías de la Ciudad de México. Si te quedas con ganas, revisa la guía de los mejores resturantes de cocina europea y descubre más sobre esta gama de sabores que enamora al mundo entero.

Recomendado: Los 50 mejores restaurantes en la CDMX.

Comida francesa en la CDMX

  • Francesa
  • Cuauhtémoc
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
La vida en el mar es más sabrosa, y si hablamos del sur de Francia, todos tenemos una misma postal en la cabeza: un coctel elegante o un espumoso en una terraza, una vista preciosa a la Costa Azul, platos suculentos de salsas delicadas. Nos toca estar de este lado del charco, c'est la vie, pero tenemos spots como este nuevo bistrot que recrean justamente esa vibra, gracias al trabajo del estudio MYT+GLVDK, quienes idearon un espacio que conjunta lo clásico con lo divertido del arte y el pop francés, por eso hay viniles de bandas como Daft Punk o L'imperatrice en los estantes. De hecho, su mejor momento son las noches de DJ que arrancan desde el jueves por la noche.  También lee: Bares para ir con amigas en CDMX St Jacques es el nuevo bistrot francés de los chefs Israel Montero y Karina Mejía (Siembra Comedor), donde se alejan de lo mexicano y vuelven a las bases de la cocina francesa: ingredientes increíbles y técnica, técnica, técnica. Para comenzar a escudriñar la carta, probamos el set de pan con mantequilla, que, como en todo gran restaurante francés, es un ingrediente que no pasa desapercibido.  En el menú no podían faltar los platos icónicos como las ostras mignonette (muy frescas y de fuentes sustentables), sopa de cebolla, caracoles a la Bourguignon o el pâté en croûte. Nosotros probamos la pasta del día, que fue un pappardelle con ragú, aunque lo que verdaderamente nos derritió fue el filete con salsa de pimienta negra, que te recomendamos pedir con la ensalada de...
  • Francesa
  • Cuauhtémoc
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Por fuertes recomendaciones de inquilinos de la zona, acudimos a este bistro. En estos tiempos en que los bistros de todos los sabores se expanden en la ciudad, nos dio gusto encontrar que, al menos en este, hasta el dueño es francés. Preferimos mesa en la parte de afuera. Hacia adentro del local, domina una decoración discreta, ya se sabe: los pisos ajedrezados, la pizarra inevitable. También destacaba la silueta del arlequín, que da nombre al local. Ya sentados en la terraza, el mesero nos explicó el menú del día y las recomendaciones, mientras llegaba el delicioso pan a la mesa. Elegí la sopa de cebolla gratinada de primer tiempo. No es con lo que, en lo personal, yo empezaría una comida, pero intuí que no podía irme sin probarla. Su espeso sabor me hizo entrar en calor. Una delicia. Mientras esperábamos el plato fuerte, pedimos el vino. La selección de botellas es sencilla, a un precio muy accesible y con amplitud de maridajes. Muy en estilo casero, nos lo escanciaron en garrafa. Mi selección de segundo tiempo fue la carne a la pimienta, con salsa cremosa y trocitos de la especia picante, en el punto exacto para la carne: término medio. Para el postre ordenamos, a sugerencia, la tarta de limón: una suave amargura acompañada del merengue crujiente. Un expreso en tacita otorgaba las armonías complejas. Finalmente, lo que importa de un bistro, además del menú, es esa experiencia burguesa-bohemia, cosmopolita, de saborear una cocina que es sofisticada desde su origen, pero...
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  • Francesa
  • Condesa
  • precio 2 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Monsieur Croque
Monsieur Croque
La diferencia entre un croque monsieur y un croque madame está en el huevo estrellado, el mismo que corona a la madame compuesta de un sándwich de jamón gratinado con queso y bechamel. Un desayuno perfecto que ahora podemos extender hasta la cena. Este local pequeño es de franceses que se han vuelto unos expertos en el arte del sándwich fortificado. En el menú encontrarás los croque en numerosas combinaciones, como si los hubieran adecuado a los gustos particulares de alguien, quien seguramente dio su nombre para bautizar la receta. Está, por ejemplo, el monsieur paquito con pollo “spicy”, queso Chihuahua en una costra de panko, lo bañan en una bechamel de chipotle; luego el monsieur luigi con jamón ahumado, tartare de jitomate y queso gorgonzola; mientras que monsieur jacob lo prefiere de falafel, queso de cabra y tahini –pasta de ajonjolí–. Son diez opciones de sándwiches que puedes acompañar con una sopa de cebolla y crotón de ajo, una ensalada o papas o camotes a la francesa. Tienen otra lista de tartines que son las madame de la casa, como la athéna con salmón y tzatziki o la madame aiko con atún, jengibre y ajonjolí. Te recomendamos la madame gina que resultó muy sofisticada con un tapenade de aceitunas negras con trufa, jamón parisino, queso mozzarella y corazones de alcachofa, toda una combinación de aromas y texturas sobre pan crujiente. Croque Monsieur es un lugar privado y acogedor por dentro e iluminado y fresco en las mesas al exterior, siempre con comida...
  • Francesa
  • Roma
  • precio 3 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
¡Bienvenue a la provence! Es cocina francesa clásica sobre Álvaro Obregón. Para la temporada de calor hay que aprovechar los lugares en la parte exterior. Las mesas y las sillas coquetean con su madera oscura, por dentro es blanco, azul y ladrillo a la manera de la campiña francesa y al techo lo decoran unas espectaculares lámparas de cristal teñido ligeramente de amarillo. La vista a la cocina a través de la barra de servicio le da el calor personal a la visita. Para comenzar te recomendamos un coctel de la casa, como el provenzal con gin, romero, albahaca, aceitunas y un bitter de flores; es amargo y herbáceo, un perfecto aperitivo para paladares maduros. También está el rouge con vodka, chambord –licor de frambuesa– y frutos rojos, la opción dulce y burbujeante. La Marseillaise es el lugar en donde los franceses de la zona llegan a comer, pues los sabores están apegados; son recetas clásicas y frescas, como el estofado de res, velouté de pescado, bullabesa y choux rellenos. Pregunta por la suggestion du chef, pues van ofreciendo cosas distintas. Probamos una terrina de ternera, lechón y panza de cordero, combinado con pistaches, avellanas y pimienta negra, encima lleva un aspic –gelatina– de vino tinto. Fue una probada demasiado sutil en sabores, contrario a la decoración llamativa con nueces y granos de sal. El paladar tarda un poco en percibir el diseño culinario pues es complejo, no puedes esperar el golpe alto de aromas. Las carnes tienen distintas intensidades que...
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  • Francesa
  • Ciudad de los deportes
  • precio 3 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Le Petit Resto
Le Petit Resto
Entre vialidades, puentes y edificios, hay una casa pintoresca que prepara lo más tradicional de la cocina de Francia. Con el hervor esporádico de las salsas, mantequilla, harina, quesos y hierbas frescas, el chef Jean-Louis Raffier lidera las estufas y ha logrado crear un espacio que es territorio francés. Las paredes en madera, del mismo color del parquet encerado del piso, lámparas y candelabros que relucen tenuemente y reflejos de la cristalería sobre manteles largos; no se puede poner más romántico que eso y queda claro que si en un lugar del mundo saben poner la mesa, es en Francia. La comida sabe diferente cuando concierta con la ambientación, adquiere una sazón particular y como si estuvieras en un bistro en alguna esquina de Paris, aquí sirven los grandes clásicos desde 1991. Se trata de un restaurante petit con cocina francesa de grandes proporciones sin dejar de ser relajado. Libera las endorfinas con una sopa de cebolla, es a la antigua y la sirven en el auténtico tazón de porcelana con queso gruyère gratinado. Si prefieres algo más sustancioso está la densa crema de cangrejo, con un ligero sabor a tomillo fresco. Si vas con muchas personas o quieres compartir te recomiendo que pidas los vol-au-vent (volovanes) de ternera o de mariscos. Si quieres sorprender, están los escargots (caracoles) bañados en mantequilla y hierbas frescas; son de textura muy suave y la salsa tiene todo el aroma de ajo para maridarlo con un vino blanco potente. De la selección de crepas...
  • Francesa
  • Polanco
  • precio 3 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Ivoire
Ivoire
Mi abuelita decía que el amor entra por la panza y creo que los chefs de Ivoire lo creen también. Cada uno de los platillos con los que te dan los buenos días están pensados para que no puedas dejar de sonreír; sí, igualito que cuando estás enamorado. Vi jugos de todos los colores; pan dulce recién horneado, caliente. El café estaba en su punto –fuerte pero con notas nobles–. Todo me decía que estaba a punto de empezar la relación más importante de mi vida: un nuevo restaurante del que no iba a querer salir en mucho tiempo. El café normalmente lo pido con leche, lo cual es una prueba bastante severa cada vez que visito un lugar, pues comúnmente la leche termina ganándole protagonismo al café y me puso de buenas ver que en Ivoire no es así.  Lo sirven como se debe, haciendo una mezcla perfecta de leche y café para no perder el sabor de ninguno de los dos.  Enseguida, le pregunté al mesero cuál era el desayuno estrella de la casa y me recomendó los huevos benedictinos… Entraron derechito a mi corazón y lo hicieron para quedarse. Son huevos pochados, acompañados de salmón ahumado el cual parece recién pescado por su frescura y sabor a mar; crema holandesa y un toque de queso crema, la cual los volvió cremosos. Sin duda, la combinación de todo, hace que te sientas en el paraíso. Después de salir de ahí no tuve ninguna duda; quiero empezar todas mis mañanas así.  
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  • Francesa
  • Roma
  • precio 1 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Milou Café
Milou Café
Pareciera que siempre ha estado aquí. Su presencia se lleva muy bien con el art déco de la Condesa y sus sillas de ojo de perdiz te transportan de inmediato a los cafés parisinos. Café Milou es una postal viva de París, sobre todo cuando hablamos de panadería y desayunos. Omite por fin los omnipresentes chilaquiles, esos ya los tenemos en todos lados y nos presenta opciones europeas interesantes. El huevo al vapor llega servido con una rebanada de pan generosa y crujiente, untada con queso de cabra y con jitomate deshidratado de acompañante. Es esponjoso y delicado, la pareja perfecta de un pan escandaloso y gordo. Sin embargo, el platillo matutino más atractivo es el toast de aguacate: servido en un pan previamente untado con hummus y acompañado de arúgula, cebolla encurtida y una rebanadita de rábano sandía, este polémico platillo millenial es cumplidor con tu cuenta de Instagram, con tu paladar exigente y con tu bolsillo. Armado con una cava más que decente, Milou ofrece platillos franceses poco explorados en la ciudad: Berenjena con bacalao, jamón de pato, cachetes de res y selección de quesos. Además, el amor de los franceses hacia su consentido cerdo queda más que manifiesto en la charcutería, su quiche de tocino y los rillettes. El broche de oro llega con el café y el pain au chocolat, un chocolatín que también podría llamarse “mantequillín” de tan delicioso que está. Milou aún sigue en busca de comensales perdidos, encuéntralos.
  • Francesa
  • San Ángel
  • precio 3 de 4
En el corredor gastronómico de San Ángel está Le Coq, un bistro alojado en una hermosa casa antigua, con un amplio patio para fumadores y una pequeña tienda de productos franceses, como quesos, mermeladas y patés. Su carta, una colección de clásicos de la cocina francesa bien ejecutados, complace a una clientela que no busca tanto la propuesta o la expresión personal de los cocineros, como la sensación reconfortante de lo que se conoce y disfruta desde siempre. De sus entradas, probé un rico paté de campagne y unas untuosas rillettes de pato. Luego una tártara de atún fresco, en la que se les pasó la mano de jengibre; su sabor picante opacaba al pescado, y el aguacate y el pepino no lograban equilibrarlo. La sopa de cebolla cumple con las expectativas, lo mismo que el filete al vino tinto. Para terminar, me gustó su aterciopelada mousse de chocolate con praliné de avellanas y tuile (galleta fina y crujiente) de almendra. La carta de bebidas es interesante y además cuentan con cenas-maridaje especiales, presentadas por Hedoné Experience, distribuidores de vinos y de champaña Bollinger, la que toma James Bond. En fines de semana te recomiendo reservar.
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  • Francesa
  • Polanco
  • precio 4 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Muchos lo consideran el mejor lugar de cocina francesa en la capital –por eso casi siempre está lleno– y no decepciona. Es elegante por la gente que lo frecuenta y su refinado gusto en la decoración: fielmente copiada del restaurante original parisino. Desde los cómodos asientos de intenso rojo, las lamparitas y los dibujos de flores en las paredes hasta la exuberante presentación de los platillos, ayudan a sentirse en la ciudad luz. Por su sesgo marino, es tradición comenzar con ostiones frescos de distintas regiones de Francia y de México, como las patas de cangrejo, almejas y cayos. También recomendamos la clásica sopa de cebolla, los caracoles, la ensalada de pato ahumado, la trilogía de salmón o la alcachofa con cangrejo. Para seguir, se antoja un sencillo y perfecto filete bordalesa con tuétano, el rico huachinango con pasta de aceituna, la costra de almendras, el arroz cremoso. Guarda lugar para postre. Intentaré ser breve en las elecciones de nuevo, pero son tan buenas que es difícil no hacerle justicia a cada platillo. Recomiendo: las crepas flameadas, la isla flotante, la muy rica y crujiente tarta de pera o la crema quemada. El menú es extenso y está lleno de clásicos, así que podrás regresar y seguir conociendo platillos.
  • Francesa
  • Juárez 
  • precio 4 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Havre 77 Brasserie & Huîtrerie
Havre 77 Brasserie & Huîtrerie
Eduardo García siempre quiso abrir una brasserie clásica y cumplió su sueño con Havre 77. Desde sus comienzos en Brasserie Le Coze y Le Bernardin de Eric Ripert, el chef de Maximo Bistrot se enamoró de la cocina francesa tradicional y de sus técnicas que no admiten atajos: el producto debe ser de primera calidad y hay que dedicar todo el tiempo del mundo a las cocciones. Ese cuidado se nota en cada plato: la comida fue impecable del primer tiempo al último. Comenzó con el lobster roll, pan brioche coronado con aguacate y tierna langosta, que contrasta con el pungente aderezo de horseradish (rábano picante). Siguieron frescas ostras —de Cardón, Baja California, grandes y de sabor suave, y Kumamoto, pequeñas, intensas y cremosas— con apenas unas gotas de mignonette (vinagreta con echalotes). El plato fuerte fue un perfecto huachinango à la Meunière con mantequilla dorada, tomillo, alcaparras y limón. Para cerrar, esponjosos buñuelos de ricotta con frutos rojos. El espacio con interiorismo de Charles de Lisle es austero y luminoso, los puntos focales son la barra de zinc y los vitrales originales de la casona del siglo pasado: así brillan más los ingredientes y el talento del cocinero que los prepara, que es donde reside el auténtico lujo de Havre 77, un lugar que, de no ser por sus elevados precios, visitaría casi a diario.
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