El Samurai
Foto: Alejandra Carbajal | |
Foto: Alejandra Carbajal | |

Restaurantes en la Nápoles

Descubre los lugares para comer que esta colonia de la CDMX tiene para ti

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Si el ir a comer te resultaba un conflicto, en esta zona de la CDMX encontrarás los mejores sabores gastronómicos que van desde comida mexicana hasta comida rápida. Para ir solo, entre amigos o simplemente para adelantar un trabajo, la Nápoles te ofrece una gama de espacios para comer según tus necesidades y el financiamiento de tu billetera. 

Cuando termines tu alimentos date una vuelta por el Polyforum Siqueiros o lleva a tus niños a hacer ejercicio al Parque Alameda Nápoles en sus tobanes y columpios coloridos.

Los mejores lugares para comer en la Nápoles

  • Cafés
  • Nápoles
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
En este punto hay cafeterías de especialidad en cada cuadra de la Roma-Condesa-Juárez, pero en el resto de las colonias la oferta de café de alta calidad no es tan amplia, por lo que es valioso el esfuerzo de los apasionados del café que llevan sus saberes a nuevos públicos.  Jackie Álvarez, a quien le gusta tanto el café que dedica tiempo a recorrer la ciudad para conocer las últimas cafeterías, tenía el sueño de poner la suya desde hace más de una década.  Ahora compagina su trabajo en el banco con este recién abierto local —y su pequeña terraza— en la Nápoles; y nada menos que junto al expertise de Dylan Álvarez, quien tiene un largo camino recorrido no sólo en las barras (Almanegra) sino en el tostado y el contacto directo con los productores de todos los estados cafetaleros.  Me cuentan que en Bash irán cambiando a sus proveedores según los granos que les vayan gustando, pero siempre podrás esperar un estándar alto en cuanto a la calidad del café. Además de las bebidas básicas (espresso, americano, flat white, filtrado, etc) tienen una variedad de bebidas de la casa, surgidas de los experimentos que hacen tras la barra con el cold brew que ellos preparan. De éstas probé el De la Rosa, inspirado en el mazapán, es una bebida de cold brew y leche de cacahuate natural, con un sabor dulce sutil, súper amable para la mañana.  Otros dos ejemplos son el Hibiscus, cold brew con una reducción de jamaica y especias, o el Óleo Cítrico, cold brew macerado y jarabe de cítricos. ...
  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
No te podemos llevar a la playa, pero sí te podemos dar tu mesa con vista al mar; esa opción se encuentra en plena Nápoles, sobre la calle Nueva York. Con vista al mar es un nuevo lugar pequeño pero coqueto y divertido, con letreros tipo rótulo, de esos que se escriben a mano. Y, a pesar de su tamaño, es imposible no ver este lugar: su color verde, sus mesas al exterior y su buena vibra harán que te detengas, si no de antojo, al menos sí de curiosidad. Su menú tiene opciones frescas como el pulpo enamorado, la torre buchona (camarón cocido y crudo, pulpo, jaiba y atún) y un par de aguachiles y ceviches. Si prefieres taquear, hay de longaniza de camarón, de chicharrón de pescado, de carnitas de atún o de camarón capeado. No pueden faltar las tradicionales empanadas de camarón, el chilpachole de jaiba y las estrellas de la casa: la torta ahogada de pulpo, los tostilocos (yes: tostitos clásicos con ceviche de pescado que te traen en su bolsa) o los esquites con tuétano y pulpo. Lo imprescindible: el flan de suaves, hecho con bombones de coco, de esos súper tradicionales de Mazatlán, y el clamato El Chino, que va con mezcal, sake, cerveza y soya. Los fines de semana se arman sus aguas locas, esa es receta de la casa y cambia cada fin. O si eres de gustos más tradicionales, éntrale a tu cerveza de cuartito y tu veladora de mezcal cupreata de Guerrero. La onda de Con vista al mar es tranquila y sin pretensiones. El lugar perfecto si quieres mariscos hechos con intención y buena...
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  • Mariscos
  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
La Nápoles es un territorio engañoso. Escondidos en sus calles, en los lugares más inopinados, suelen encontrarse rincones gastronómicos que sólo se avisan por la cantidad de automóviles estacionados en su entrada. El Samurai cumple con estas características: oculto tras los coches está un pequeño jardín zen (o más bien zen-cillo) que encamina hacia el restaurante. Una vez dentro, se desata la decoración de palacio japonés o algo parecido, con privados repartidos en los costados, mesas con parrilla para preparar teppanyakis y una barra de sushi que es el sitio por el que opto. Como entrada, una sopita Dobin, de pescado, camarón y champiñones, servida en jarrita con pocito. Rica, pero nada como para pedirla de nuevo. Luego tuve la sabia decisión de pasar de los sushis (en otras ocasiones los he consumido aquí y son muy correctos) y los teppanyakis, y entrarle mejor a la barra de yakitoris –es decir, brochetitas–. Esta fue mi selección: Ebi (camarón, bien endulzada, jugoso el crustáceo), Hatsu (corazón de res, consistente, carne firme y en su punto), Tebasaki (pechuga de pollo, quizá por culpa del pollo, la más simple de sabor de todas), Kaibashira (callo de hacha, una delicadeza), Neguimaki (tallo de cebollín enrollado con carne de cerdo, el sabor empieza a ponerse interesante e intenso) y por último, Shishito (chile japonés enrollado en cerdo: hay tal cosa como el chile japonés, no pica, pero tiene un sabor dulce que hace a uno lamentarse de que la brocheta fuera tan...
  • Nápoles
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
La milanesa acompañada de su ensalada es la sensación en el paladar de los oficinistas que diariamente visitan el local.El sitio es pequeño, pero acogedor y con un toque tradicional al dejar a la vista a las cocineras mientras están moviendo los frijoles, preparando los guisos, calentando tortillitas y vaciando agua de fruta en las jarras. La sola postal cuando pases por allí te seducirá por completo.  
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  • Nápoles
  • precio 2 de 4
Un paraíso se despliega tras dos puertas metálicas de búnker. Entrar aquí es como teletransportarse a la mansión de un millonario excéntrico en medio de la Guerra de Vietnam. Dos pisos de salones grandes con mesas blancas, prints selváticos y una barra que simula ser una biblioteca cuyos libros esconden botellas. Pero definitivamente lo mejor del Tranquiloco es su terraza, con mesas largas de madera fina como de biergarten elegante y vegetaciones diversas que resultan en mil tonos de verde enroscados en la pared. Ahí, bajo el cielo caluroso, es obligatorio pedir cervezas muertas para celebrar la tarde. Si tienes suerte encontrarás todas las opciones que ofrecen (sólo tienen las de cerveceras mexicanas comerciales). En cocteles, la carta muestra las alternativas básicas tropicales, como piña colada, mojito, caipiriña y daiquiri. Una dulce y agradable elección es el coctel de la casa, con mezcal, naranja y vainilla. Mientras las botellas sudan y se vacían sin fatiga, cada línea del menú bajacaliforniano hace más grande el dilema sobre qué pedir. Todo se antoja. Hay sopes de pulpo, taquitos de tinga de marlín, camarones cheleros, sándwiches y carne a las brasas. Aunque al primer vistazo pueda parecer marisquería, nuestro tip es pedir los platillos de carne, que son superiores. En general, la calidad de la comida es inconstante, empezando por el peldaño más bajo, el flojo aguacholo. Este se sirve en una salsa roja que remite al sabor de la cátsup, camarones, pepino y cebolla...
  • Nápoles
  • precio 3 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Aquí dicen que los del Rincón Polaco les robaron las recetas, el estilo y hasta los meseros. No queremos amarrar navajas, ni ponernos del lado de uno o del otro, o bueno, por esta ocasión nos pondremos del lado del Mazurka, que es donde fuimos a comer y, no es que les queramos dar el spoiler de esta reseña, pero tiene final feliz y salimos encantados. Por fuera nadie creería que la decoración del interior fuera tan señorial: candelabros, cortinajes, maderas… que dan la sensación de estar en un restaurante sobre el que ya pesan los años (y algo hay de eso: están ahí desde 1978). Y no nos equivocamos. Suena al fondo el piano resuelto que ameniza desde el segundo piso con el repertorio jazzeado, grandilocuente, de las románticas de siempre. La misma concurrencia se presta para reforzar la escenografía: señores de traje, señoras con peinado de salón. Y eso que la zona no es precisamente un enclave de los negocios, ni siquiera de la clase alta. Es la Nápoles: una linda colonia residencial de clase media urbana. Pero nada obsta: este restaurante es un paréntesis de la realidad cotidiana, el tiempo aquí dentro retrocede dos o tres décadas, cuando todavía se podía decir “restaurante de postín” sin que nadie preguntara “¿qué significa de postín?” ¡Pero a comer, que a eso venimos! Tras beber la obligatoria copita de Zubrowka helada, al centro de mesa pedimos una Kielbasa (ni idea de cómo se pronuncie), que son rebanadas de salchicha polaca: un embutido grueso, firme y fresco,...
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  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Desde 1985, la dedicación de la familia Nagaoka ha hecho de esta casa-restaurante uno de esos sitios que traspasa la barrera de “favoritos” y, a la vez, uno de los sitios favoritos de la comunidad japonesa en el país. Lo anterior se nota en la familiaridad con la que el staff de servicio trata a más de un comensal en cada jornada y en el empeño que pone la propia familia en supervisar la operación del restaurante. Sus dos pisos divididos en pequeños salones, decorados con grabados y una versión en acrílico y madera de las tradicionales puertas corredizas japonesas, dotan de cierta ceremoniosidad ese momento en el que te encuentras con una bella pero discreta cerámica que rebosa comida humeante o piezas cortadas a la perfección (pidan un sashimi mixto y verán). Se trate de un tazón (platos preparados a base de arroz y distintos tipos de carne), de tallarines (udon o soba) o alguna cacerola (que se preparan en una estufa de gas sobre cada mesa), los ingredientes siempre son frescos y el sabor, preciso. El menú cuenta con suficientes opciones de platillos típicos, pero no a nivel abrumador. Si se está algo familiarizado con la comida japonesa, es sencillo de recorrer; si no, lo cierto es que cada platillo cuenta con una descripción breve y clara de qué esperar. Para darle vuelta a la indecisión, una apuesta segura es pedir Wateishoku, comida completa que incluye: sunomono (vinagreta de pepino y mariscos), sashimi, file katsu (filete de cerdo empanizado), tempura (verduras...
  • Hamburguesas
  • Nápoles
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Atención aquí si ya te autonombras catador de hamburguesas. Open House Burgers abrió sus puertas en la Nápoles, se trata de una hamburguesería creada por Daniel Aguilera, quien cambió trabajo de oficina para dedicar toda su pasión a las burgers, y con sus hamburguesas rellenas nos demuestra que fue una buena decisión.  Son rellenas porque llevan los toppings dentro de la carne, lo que hace que todo se impregne de los jugos y explote en tu boca. Estas dos reinas son, por una lado, la Alemana con carne de res, salchicha de res y queso gouda; y por otro la French, que lleva carne de res, queso gruyere y tocino glaseado. Por supuesto no es todo, también tienen cuatro hamburguesas de la casa, dos de pollo empanizadas con hojuelas de maíz (tipo cereal) y tres premium, una de las cuales fue ganadora del Burgermaster Mx 2019. Nos referimos a la Western, preparada con aros de cebolla, tocino, salsa BBQ, queso americano y carne de res. Si sabes que tu estómago no es contrincante para las hamburgesas de gran formato —no te juzgamos— o quieres probar varias, puedes pedir cualquiera en versión Slider (75 g). También puedes sustituir la carne por tiras de portobello asado o empanizado como opción vegetariana. Por último, puedes cambiar papas a la francesa por papas de camote.  Aquí el concepto es acompañarla con cerveza artesanal de la casa o un tinto de verano, el sello del lugar, ya que algo que los hace diferentes es que tienen una buena selección de vinos tintos, rosados y blancos...
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  • Nápoles
  • precio 4 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Bellini
Bellini
El principal atractivo de tomar un veloz elevador y subir hasta el piso 45 para escoger mesa de ventana, es contemplar la ciudad, ya sea de día (para obsesionados geográficos) o de noche (para estar más en tono romanticón). También el hecho de que el lugar gira lentamente sobre su eje, lo que te permite descubrir las distintas zonas de la urbe, y sorprenderte tratando de ubicar los edificios que conoces si te distrajiste platicando, o extraviarte un poco al regresar a tu mesa si se te ocurrió ir al baño. Los meseros son señores serios y amables con saco y moño que se toman su tiempo… pero aprovecha su ausencia en lo que van por los aperitivos para mirar el panorama y conocer mejor los rumbos, o proponer algo secreto a tu pareja. La cocina es correcta, pero se quedó estacionada en algún punto de la década de los ochenta, al igual que el resto del lugar. El carpaccio de res, o el bisque de langosta te hacen quedar bien, seguidos de una ensalada. Luego disfruta el pollo de la casa relleno de camarón en hoja de espinaca, o un robalo con salsa de tres chiles, o el pato con salsa de frutas. No conviene irse por recetas complejas ni las más caras, pues los platillos están bien ejecutados, pero sin mayor chiste, y mejoran con una botella de vino. Tienen charola de postres como el strudel de manzana o el pastel tres leches en forma de corazón. No es fácil llenar este ochentero lugar, pero esto puede ser bueno si no quieres distracciones, aparte de música en vivo por las noches que,...
  • Cafés
  • Nápoles
  • precio 1 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Guapo Café
Guapo Café
Uno no puede bañarse dos veces en el mismo río ni tomar dos veces la misma taza de café. El origen del grano, el tueste, la extracción y la bebida de elección, hacen a cada taza distinta de su predecesora. Esta es una de las cualidades que más me gusta de esta bebida. Guapo Café, un pequeñísimo café de especialidad en la Nápoles, es un lugar que reconoce, o al menos da el avión, sobre este principio. El lugar es atendido por dos jóvenes baristas quienes, al cuestionarlos sobre quién es el guapo, se señalan uno a otro tímidamente. Ambos planean entrar este año a la Competencia Mexicana de Baristas. Más que poner su experiencia a disposición de los conocedores, como regularmente pasa en los cafés de especialidad, ellos explican con detalle cada extracción para alejar a los mortales del genérico cappuccino. Después de una breve entrevista sobre mis preferencias de café, me recomiendan el chemex, un método de extracción manual. Mientras veo cómo Gustavo López utiliza de manera casi científica la jarra de vidrio que requiere el método, me platica en qué consiste la competencia, la precisión y limpieza que necesita cada movimiento, y el conocimiento a profundidad que se les exige sobre el grano. Con curiosidad, al no poder imaginar cómo se preparan para el torneo, pregunto en qué momento entrenan para tan exigente prueba. Mi duda llega al mismo tiempo que mi taza con la inscripción “café rico” y el matraz con el que experimentaba, señalándolo como respuesta a mi pregunta. El...
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