El Samurai
Foto: Alejandra Carbajal
Foto: Alejandra Carbajal

Restaurantes en la Nápoles

Descubre los lugares para comer que esta colonia de la CDMX tiene para ti

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Si el ir a comer te resultaba un conflicto, en esta zona de la CDMX encontrarás los mejores sabores gastronómicos que van desde comida mexicana hasta comida rápida. Para ir solo, entre amigos o simplemente para adelantar un trabajo, la Nápoles te ofrece una gama de espacios para comer según tus necesidades y el financiamiento de tu billetera. 

Cuando termines tu alimentos date una vuelta por el Polyforum Siqueiros o lleva a tus niños a hacer ejercicio al Parque Alameda Nápoles en sus tobanes y columpios coloridos.

Los mejores lugares para comer en la Nápoles

  • Nápoles
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Quizás el más sobrio y formal de la lista de los restaurantes que obtuvieron el sello "Restaurants From Spain", pero sus16 años junto al World Trade Center lo hacen un viejo conocido de empresarios de la zona. Uno de esos lugares aparentemente serios y masculinos, que entre semana se presta más para comidas de negocios pero el fin de semana van familias de varias generaciones por el sazón de tradición y un servicio eficiente y limpio.  Como el nombre lo indica, Puerto Getaria va más hacia cocina del país Vasco, aunque en el menú también se deslizan clásicos de otras regiones como los callos a la andaluza o el gazpacho. Hay algunos vinos mexicanos pero la mayor parte, como puedes suponer, son españoles.  No tendrás duda de la destreza con que manejan el producto de mar. En mi caso, una buena porción de robalo en salsa de azafrán, con alcachofa, jitomate y escamas de papa. La salsa tenía mucho sabor y las papas, en lajas muy finas, se deshacían en la boca.  Tip: cada día de la semana hay un plato especial, por ejemplo, los miércoles de lechón al horno o los domingos de paella. 
  • Hamburguesas
  • Nápoles
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Atención aquí si ya te autonombras catador de hamburguesas. Open House Burgers abrió sus puertas en la Nápoles, se trata de una hamburguesería creada por Daniel Aguilera, quien cambió trabajo de oficina para dedicar toda su pasión a las burgers, y con sus hamburguesas rellenas nos demuestra que fue una buena decisión.  Son rellenas porque llevan los toppings dentro de la carne, lo que hace que todo se impregne de los jugos y explote en tu boca. Estas dos reinas son, por una lado, la Alemana con carne de res, salchicha de res y queso gouda; y por otro la French, que lleva carne de res, queso gruyere y tocino glaseado. Por supuesto no es todo, también tienen cuatro hamburguesas de la casa, dos de pollo empanizadas con hojuelas de maíz (tipo cereal) y tres premium, una de las cuales fue ganadora del Burgermaster Mx 2019. Nos referimos a la Western, preparada con aros de cebolla, tocino, salsa BBQ, queso americano y carne de res. Si sabes que tu estómago no es contrincante para las hamburgesas de gran formato —no te juzgamos— o quieres probar varias, puedes pedir cualquiera en versión Slider (75 g). También puedes sustituir la carne por tiras de portobello asado o empanizado como opción vegetariana. Por último, puedes cambiar papas a la francesa por papas de camote.  Aquí el concepto es acompañarla con cerveza artesanal de la casa o un tinto de verano, el sello del lugar, ya que algo que los hace diferentes es que tienen una buena selección de vinos tintos, rosados y blancos a p
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  • Nápoles
  • precio 4 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Bellini
Bellini
El principal atractivo de tomar un veloz elevador y subir hasta el piso 45 para escoger mesa de ventana, es contemplar la ciudad, ya sea de día (para obsesionados geográficos) o de noche (para estar más en tono romanticón). También el hecho de que el lugar gira lentamente sobre su eje, lo que te permite descubrir las distintas zonas de la urbe, y sorprenderte tratando de ubicar los edificios que conoces si te distrajiste platicando, o extraviarte un poco al regresar a tu mesa si se te ocurrió ir al baño. Los meseros son señores serios y amables con saco y moño que se toman su tiempo… pero aprovecha su ausencia en lo que van por los aperitivos para mirar el panorama y conocer mejor los rumbos, o proponer algo secreto a tu pareja. La cocina es correcta, pero se quedó estacionada en algún punto de la década de los ochenta, al igual que el resto del lugar. El carpaccio de res, o el bisque de langosta te hacen quedar bien, seguidos de una ensalada. Luego disfruta el pollo de la casa relleno de camarón en hoja de espinaca, o un robalo con salsa de tres chiles, o el pato con salsa de frutas. No conviene irse por recetas complejas ni las más caras, pues los platillos están bien ejecutados, pero sin mayor chiste, y mejoran con una botella de vino. Tienen charola de postres como el strudel de manzana o el pastel tres leches en forma de corazón. No es fácil llenar este ochentero lugar, pero esto puede ser bueno si no quieres distracciones, aparte de música en vivo por las noches que, co
  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
No te podemos llevar a la playa, pero sí te podemos dar tu mesa con vista al mar; esa opción se encuentra en plena Nápoles, sobre la calle Nueva York. Con vista al mar es un nuevo lugar pequeño pero coqueto y divertido, con letreros tipo rótulo, de esos que se escriben a mano. Y, a pesar de su tamaño, es imposible no ver este lugar: su color verde, sus mesas al exterior y su buena vibra harán que te detengas, si no de antojo, al menos sí de curiosidad. Su menú tiene opciones frescas como el pulpo enamorado, la torre buchona (camarón cocido y crudo, pulpo, jaiba y atún) y un par de aguachiles y ceviches. Si prefieres taquear, hay de longaniza de camarón, de chicharrón de pescado, de carnitas de atún o de camarón capeado. No pueden faltar las tradicionales empanadas de camarón, el chilpachole de jaiba y las estrellas de la casa: la torta ahogada de pulpo, los tostilocos (yes: tostitos clásicos con ceviche de pescado que te traen en su bolsa) o los esquites con tuétano y pulpo. Lo imprescindible: el flan de suaves, hecho con bombones de coco, de esos súper tradicionales de Mazatlán, y el clamato El Chino, que va con mezcal, sake, cerveza y soya. Los fines de semana se arman sus aguas locas, esa es receta de la casa y cambia cada fin. O si eres de gustos más tradicionales, éntrale a tu cerveza de cuartito y tu veladora de mezcal cupreata de Guerrero. La onda de Con vista al mar es tranquila y sin pretensiones. El lugar perfecto si quieres mariscos hechos con intención y buena ond
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  • Nápoles
  • precio 3 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Aquí dicen que los del Rincón Polaco les robaron las recetas, el estilo y hasta los meseros. No queremos amarrar navajas, ni ponernos del lado de uno o del otro, o bueno, por esta ocasión nos pondremos del lado del Mazurka, que es donde fuimos a comer y, no es que les queramos dar el spoiler de esta reseña, pero tiene final feliz y salimos encantados. Por fuera nadie creería que la decoración del interior fuera tan señorial: candelabros, cortinajes, maderas… que dan la sensación de estar en un restaurante sobre el que ya pesan los años (y algo hay de eso: están ahí desde 1978). Y no nos equivocamos. Suena al fondo el piano resuelto que ameniza desde el segundo piso con el repertorio jazzeado, grandilocuente, de las románticas de siempre. La misma concurrencia se presta para reforzar la escenografía: señores de traje, señoras con peinado de salón. Y eso que la zona no es precisamente un enclave de los negocios, ni siquiera de la clase alta. Es la Nápoles: una linda colonia residencial de clase media urbana. Pero nada obsta: este restaurante es un paréntesis de la realidad cotidiana, el tiempo aquí dentro retrocede dos o tres décadas, cuando todavía se podía decir “restaurante de postín” sin que nadie preguntara “¿qué significa de postín?” ¡Pero a comer, que a eso venimos! Tras beber la obligatoria copita de Zubrowka helada, al centro de mesa pedimos una Kielbasa (ni idea de cómo se pronuncie), que son rebanadas de salchicha polaca: un embutido grueso, firme y fresco, acompañad
  • Nápoles
  • precio 1 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
El poder reparador de un buen caldo lo conocen todas las abuelas del mundo y ya está demostrado científicamente. Antonio Báez, mejor conocido como Toño de Livier, chef de La Panga del Impostor en Guadalajara, lo sabe desde siempre, y lleva años sirviendo ahí su célebre birriamen (caldo de birria + fideos orientales). Esta combinación japo-jaliscience, gloriosamente mestiza, ya tenía antecedentes en la cocina de Toño, que gusta de los platillos mar y tierra (su taco de pulpo con chicharrón, su birria de almejas) y de las influencias orientales (su tostada china, su caldo de miso con camarones), además de los sabores del Bajío, de la frontera mexicana —él nació en Mexicali— y el sur de Estados Unidos, donde trabajó como cocinero de joven. Tradicionalmente, la birria jaliscience es de cabrito, chivo o borrego a la barbacoa (la carne se cocina bajo tierra, adobada con pulque, chiles, especias y vinagre, y envuelta en hojas de maguey), tiene mucha grasa y un olor penetrante; pero en este caso es de res, así que el caldo resulta menos pesado y grasoso, tiene un sabor reconfortante que inunda la boca y se vuelve más vivaz a cada sorbo con la frescura del limón y el "jardín" de cilantro y cebolla picados. Los fideos alcalinos de trigo contrarrestan el nivel de umami (sabor proteínico-salado), equilibran el ácido del limón y con su textura elástica redondean este plato perfecto, que te hace sentir que debía haberse inventado siglos antes. Pero en Caldos Ánimo también hay de otras sopa
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  • Cafés
  • Nápoles
  • 3 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Hey Brew Bar
Hey Brew Bar
Si tus expectativas de estética son tan altas como tu aprecio por el buen café, te sentirás a tus anchas en esta pequeña barra de especialidades recién abierta en la Nápoles. Todo comienza con las lámparas de diseño y el piso de mosaicos en blanco y negro, de motivos geométricos inspirados en la marroquinería de Goyard, una marca francesa. Continuamos con la sofisticada máquina gravimétrica para espresso Black Eagle de Victoria Arduino —primera y única hasta ahora en México—. Entonces, Hey Brew Bar es un espacio bien desarrollado. Las bebidas están a la altura de las apariencias: pedí un affogato de $35 pesos, con una porción pequeña de helado de vainilla, que no era nada espectacular, pero, dejaba brillar el espresso: potente, aromático y equilibrado. Pregunté por el chocolate de agua o de leche y se les había terminado, igual que el champurrado (apenas eran las 5 pm). Opté, entonces, por un fresco y no demasiado dulce tejate, la típica bebida oaxaqueña de maíz, cacao y hueso de mamey. También ofrecen agua de coco y leches vegetales; cada día hay hasta tres opciones, sólo alcancé de arroz, pero suelen tener de almendra, coco y avena. Para acompañar tu café, hay cake pops, galletas y pan dulce. Decidí probar un rol de canela, que llegó tibio a la mesa y olía bien, pero resultó un poco seco. Todos los clientes parecen ser atendidos de manera rápida y con amabilidad, tanto adentro, como en las mesas al aire libre. Me qudé con ganas de regresar a probar un americano preparado co
  • Mariscos
  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
La Nápoles es un territorio engañoso. Escondidos en sus calles, en los lugares más inopinados, suelen encontrarse rincones gastronómicos que sólo se avisan por la cantidad de automóviles estacionados en su entrada. El Samurai cumple con estas características: oculto tras los coches está un pequeño jardín zen (o más bien zen-cillo) que encamina hacia el restaurante. Una vez dentro, se desata la decoración de palacio japonés o algo parecido, con privados repartidos en los costados, mesas con parrilla para preparar teppanyakis y una barra de sushi que es el sitio por el que opto. Como entrada, una sopita Dobin, de pescado, camarón y champiñones, servida en jarrita con pocito. Rica, pero nada como para pedirla de nuevo. Luego tuve la sabia decisión de pasar de los sushis (en otras ocasiones los he consumido aquí y son muy correctos) y los teppanyakis, y entrarle mejor a la barra de yakitoris –es decir, brochetitas–. Esta fue mi selección: Ebi (camarón, bien endulzada, jugoso el crustáceo), Hatsu (corazón de res, consistente, carne firme y en su punto), Tebasaki (pechuga de pollo, quizá por culpa del pollo, la más simple de sabor de todas), Kaibashira (callo de hacha, una delicadeza), Neguimaki (tallo de cebollín enrollado con carne de cerdo, el sabor empieza a ponerse interesante e intenso) y por último, Shishito (chile japonés enrollado en cerdo: hay tal cosa como el chile japonés, no pica, pero tiene un sabor dulce que hace a uno lamentarse de que la brocheta fuera tan breve).
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  • Nápoles
  • precio 2 de 4
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Desde 1985, la dedicación de la familia Nagaoka ha hecho de esta casa-restaurante uno de esos sitios que traspasa la barrera de “favoritos” y, a la vez, uno de los sitios favoritos de la comunidad japonesa en el país. Lo anterior se nota en la familiaridad con la que el staff de servicio trata a más de un comensal en cada jornada y en el empeño que pone la propia familia en supervisar la operación del restaurante. Sus dos pisos divididos en pequeños salones, decorados con grabados y una versión en acrílico y madera de las tradicionales puertas corredizas japonesas, dotan de cierta ceremoniosidad ese momento en el que te encuentras con una bella pero discreta cerámica que rebosa comida humeante o piezas cortadas a la perfección (pidan un sashimi mixto y verán). Se trate de un tazón (platos preparados a base de arroz y distintos tipos de carne), de tallarines (udon o soba) o alguna cacerola (que se preparan en una estufa de gas sobre cada mesa), los ingredientes siempre son frescos y el sabor, preciso. El menú cuenta con suficientes opciones de platillos típicos, pero no a nivel abrumador. Si se está algo familiarizado con la comida japonesa, es sencillo de recorrer; si no, lo cierto es que cada platillo cuenta con una descripción breve y clara de qué esperar. Para darle vuelta a la indecisión, una apuesta segura es pedir Wateishoku, comida completa que incluye: sunomono (vinagreta de pepino y mariscos), sashimi, file katsu (filete de cerdo empanizado), tempura (verduras capead
  • Nápoles
  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Así como Italia no podría imaginarse sin el olivo y su aceite, en México sucedería lo mismo sin el maíz y su tortilla. El taco, antojito preparado ya sea con tortilla de maíz o de harina de trigo, que siempre se rellena con algún guisado y se acompaña de salsa, ha sido degustado por lo menos desde hace dos mil años y su consumo es parte del ADN de todo aquel que presuma ser mexicano. No tengo memoria de algún paisano que no se haya dado en algún momento de su vida una orden de pastor con todo, unos campechanos o los de cochinita con su cebolla morada y salsa de habanero. Pues ahora imagínatelo, pero más saludable y amigable con el medio ambiente, y sin perder la magia que ocasiona apretar el guisado que guarda la tortilla, levantar el meñique y acabarte de una mordida por lo menos la mitad de tu taco. Hablamos de Tacomido, la más reciente propuesta de la familia Pan Comido, una alternativa que incluye a veganos, vegetarianos, carnívoros; hay alternativas para todas las dietas: los platillos que hay en la carta son tan atractivos a la vista y fáciles de comer por quienes no estamos familiarizados con el veganismo que sin dudarlo podría frecuentar si trabajara o viviera en la zona de la Nápoles y más allá. En la carta hay una gran variedad de tacos, hay de pastor hecho con carne de soya, cilantro, cebolla y piña. Los de milanesa llevan papas fritas y cebolla y están elaborados con seitán, que es un preparado a base de gluten de trigo rico en proteínas. Los de suadero tienen com
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