En los límites del boom gastronómico de la Roma-Condesa, aún reinan restaurantes tradicionales, consentidos del barrio con más de medio siglo de existencia. Restaurantes como Miguel.
La temática árabe aquí es llevada a la máxima expresión: desde el respeto a la trinidad de la arquitectura (columna, arco y cúpula) hasta platillos auténticos y sesiones de belly dance, que te llevan volando hasta Medio Oriente sin la necesidad de una alfombra mágica.
Para comenzar, lo mejor es pedir la orden de jocoque –fresco y blanquísimo–, las berenjenas fritas y el sambusek, triangulitos de hojaldre rellenos de queso y cubiertos con ajonjolí. Apenas los devoras, llegan los platos fuertes: especialidades con opción kosher o vegetariana.
Destaca el kipe crudo (carne molida con trigo), de sabor primitivo y sofisticado a la vez. El amargo metálico de la carne magra se difumina entre la textura parda del trigo y la frescura de la hierbabuena. Para los vegetarianos, la berenjena rellena de queso es particularmente buena, pues queda suave y dorada. Otra buena sorpresa fue la pechuga zatar, su combinación de especias hace que tenga un sabor ácido, picosito y un poco dulce al final. Si eres de estómago aventurado, aquí ofrecen platillos como corazón de carnero a la parrilla, criadillas al gusto y pichones.
Los postres incluyen unas inexplicables crepas blintzes que, por el uso atinadísimo de queso fresco, son deliciosas. De rigor, pide su café: soberbio y profundo.
Si eres indeciso a la hora de elegir platillos, recomiendo ir a Miguel en lunes, miércoles o viernes, cuando hay buffet de 2 a 4pm (hasta las 9 los viernes). En martes y jueves puedes armar un menú de cuatro tiempos por 130 pesos. Los sábados y domingos hay belly dance de 4 a 5pm. Eso sí, haz reservación porque se llena.