Finalmente, el pan del restaurante Rosetta tiene un espacio propio. Su larguirucha barra y bancos de madera, el techo bajo, la luz amarillenta y el ambiente como de bodega invitan a entrar, más que a salir. Casi en la entrada, dos pequeños pizarrones contienen de forma concreta lo que se puede encontrar. Mas allá del pan para consumo cotidiano, como chapatas o pan campesino, es fácil aficionarse a la barra hecha de nueces, pasas y chocolate, al rol de queso ricotta con avellanas o al de almendras. En plan salado, a las crocantes focaccias o al pan de pulque con anís. Entre otras cosas, venden conservas y mermeladas caseras.
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