Después de echarle un ojo a las creaciones de los diseñadores independientes de Bazar Fusión es obligatorio hacer una parada en este local.
Me cuentan que la dueña es marroquí, que vivió mucho tiempo en Francia y que es artista. Algunas de sus obras decoran el espacio: rostros, perfiles de personajes, expresiones calmadas. El resto del lugar sigue la máxima de la decoración ecléctica y todos los muebles son rescatados de algún mercado de pulgas, en muy buen estado y de buen gusto.
El café es un verdadero placer. La marca es suya. El grano es de tipo bourbon y les llega verde de Chiapas. Luego, en su casa matriz de la Anzures, hacen un tueste medio-alto. Lo mejor, según ellos, es consumir el café ya molido a partir del cuarto día, tiempo en el que está en su momento idóneo. Su especialidad es el espresso, que usan como base para el resto de sus preparaciones.
El cappuccino italiano es la cosa más gloriosa que he probado. En primer lugar, lo hacen de una manera poco convencional, no como en otros lados en donde espuman la leche, la vierten en la taza y al final echan la onza de café espresso para formar espuma en la parte superior. Aquí, en cambio, vierten primero el café en una taza normal (no alta) y luego acreman, es decir, la mantienen a la temperatura exacta sin que hierva para obtener toda la sacarosa, que es básicamente lo dulce. Por eso, lo ideal es no agregarle azúcar. Finalmente, vacían la leche en la taza con el café y ¡listo! Corpóreo, equilibrado, ligeramente dulce y maravilloso. No omitan nunca el panqué de mantequilla cubierto de Nutella.