Después del hype provocado porque uno de los socios de esta hamburguesería es Enrique Olvera (el chef más famoso de México, al frente de Pujol), fuimos a Mr. Buns. Nos recibió un pretencioso manifiesto escrito en la pared, con palabras como “misterioso”, “inteligencia”, “artista”, “genio intuitivo” y “polifacético”. En él, presumen tener la mejor hamburguesa. ¿Será?
Hay pocas opciones en el menú. De res sólo tienen dos: waygu grass fed con queso oreado y res grain fed con queso cheddar. Pedimos ambas. Son más pequeñas que la hamburguesa promedio. El pan está fresco, no se desmorona, aguanta bien los ingredientes sin aguadarse. Los quesos artesanales, muy ricos. Pero la carne... sosa. Le falta grasita, personalidad. Especialmente la waygu, que es la más cara. Agregarles tocino cuesta 20 pesos, y, aunque es recomendable, eclipsa por completo el blando sabor de la res.
Las papas (con sal de Colima o queso parmesano) también se venden por separado, aunque una alternativa saludable es la sopa de tomate.
Lo más sobresaliente de Mr. Buns es la parte dulce. El flotante de cerveza Jack de chocolate con helado de caramelo es un poema al carbohidrato, y el de vino tinto con sorbete de limón es tremendamente refrescante. El que les falla gacho es el de bourbon, porque el helado –de manzana– no es lo suficientemente dulce para contrastar con la bebida y, si cuesta 175 pesos (¡auch!), deberían echarle algo más sofisticado que Jack Daniel’s.
El helado es artesanal y las malteadas son bien espesas. Lo mejor de la carta es, paradójicamente, lo más barato: la nieve de nopal, dulce, acidita, elegante. Por 25 pesos te sirven un vaso lleno de esta chulada. Deberían renunciar a todo lo demás y cambiarle el nombre y el giro al negocio: “La nievedenopalería”.