Aquí dicen que los del Rincón Polaco les robaron las recetas, el estilo y hasta los meseros. No queremos amarrar navajas, ni ponernos del lado de uno o del otro, o bueno, por esta ocasión nos pondremos del lado del Mazurka, que es donde fuimos a comer y, no es que les queramos dar el spoiler de esta reseña, pero tiene final feliz y salimos encantados.
Por fuera nadie creería que la decoración del interior fuera tan señorial: candelabros, cortinajes, maderas… que dan la sensación de estar en un restaurante sobre el que ya pesan los años (y algo hay de eso: están ahí desde 1978). Y no nos equivocamos. Suena al fondo el piano resuelto que ameniza desde el segundo piso con el repertorio jazzeado, grandilocuente, de las románticas de siempre. La misma concurrencia se presta para reforzar la escenografía: señores de traje, señoras con peinado de salón. Y eso que la zona no es precisamente un enclave de los negocios, ni siquiera de la clase alta. Es la Nápoles: una linda colonia residencial de clase media urbana. Pero nada obsta: este restaurante es un paréntesis de la realidad cotidiana, el tiempo aquí dentro retrocede dos o tres décadas, cuando todavía se podía decir “restaurante de postín” sin que nadie preguntara “¿qué significa de postín?”
¡Pero a comer, que a eso venimos! Tras beber la obligatoria copita de Zubrowka helada, al centro de mesa pedimos una Kielbasa (ni idea de cómo se pronuncie), que son rebanadas de salchicha polaca: un embutido grueso, firme y fresco, acompañado de la deliciosa raíz fuerte. La sopa fue la tradicional de hongos secos, Grzybowa: impronunciable y de sabor discreto. Como plato fuerte optamos por la Tatar, carne tártara con forma de caballito, y el muy tradicional Strogonoff, y es en estos dos platos, tradicionales, afamados, donde puede verse la maestría en la cocina. Ambos eran deliciosos, pero el Strogonoff daba una acogedora sensación de platillo preparado por tu abuelita polaca. Convencía. (Y no, no tenemos abuelita polaca.)
Sabores intensos, bien tramados, un servicio excelente y un viaje al pasado gastronómico. La experiencia es digna del alto precio que viene en tu cuenta.