No tiene sillas, uno come parado –debiéramos decir: arrimado– en la banqueta. El maestro taquero orquesta un micro circo de dos pistas: en la primera hierven, en aceite, el suadero, la tripa, la longaniza. En la otra se cocinan, al vapor, la cabeza y sus derivados: el cachete, la lengua, la trompa, el ojo. Este lugar es una leyenda secreta de los tacos callejeros. Sólo para cerciorarnos de su poderío, volvimos a probarlos para esta ocasión: son indiscutibles. El suadero es jugoso, suave, perfectamente sazonado. El cachete está en su punto. La longaniza es un poema. Las salsas pican pero no ofenden, realzan el sabor de la carne, no lo sepultan. Quizá el mejor suadero del DF.
Tip: Entra a la cantina de junto, Los Portales de Tlaquepaque, bebe a placer y, como botana, pídete unos tacos de suadero con todo. Te los traen de aquí.