Queso, pan y vino. Elementos de una ecuación culinaria de primer grado que puede complicarse, pero que involucra a tres manjares que han perdurado en el paladar occidental. ¿Y si en la Última Cena hubieran compartido una pizza? Aunque parezca absurdo, los supuestos alimentos que degustaron aquella noche no distan mucho del platillo napolitano cuyo origen se vislumbra –incluso– en las ruinas de Pompeya. Las variedades son muchas no sólo en Italia, sino en países que han agregado a las recetas tradicionales ingredientes locales. Pero esa no es la preocupación de La Loggia y, desde que entramos, un olor a harina de trigo horneándose nos suspiró que estábamos en el lugar indicado.
De inmediato percibimos una barra que alegra la estancia principal, rodeada de estantes con vinos y un par de espejos enfrentados. La media luz nos hizo recordar barrios como el romano Trastévere y esa prestancia italiana para la comida y la convivencia sana o insana, a merced de los comensales. El mesero tarda en mostrarnos la carta de alimentos mientras revisamos en una iPad la oferta de vinos. Si bien el gadget rompe con la atmósfera, creemos que se debe a una rotación constante en la cava. Ésta pone en ventaja a los vinos italianos y presenta una abundancia considerable de tintos chilenos, argentinos y españoles que afortunadamente son distintos a otras pizzerías de la zona. Eso sí, lamentamos que la oferta de cervezas se limite a Grupo Modelo.
Decidimos saltarnos sopa, pastas y risottos para sucumbir a la especialidad. Y no fue sencillo elegir, nos decidimos por la Bella Napoli con tomate, mozzarella, anchoas y alcaparras. El chef italiano Simone de Bona demuestra que el balance con ingredientes rotundos no es sencillo y el resultado es casi perfecto. La pasta está cocida con la ciencia legendaria que exige un horno tradicional y, pese a que notamos un poco de exceso de aceite de oliva, el sabor es exquisito y los sabores perdurables.
La Loggia no exagera al presumir que se trata de un pedazo de Italia en la Ciudad de México, uno al dente para comer –además de recetas tradicionales y contemporáneas– algo que debe hallarse en cielo e infierno: pizza.