Entre el bullicio del Mercado de San Pedro de los Pinos existe un local legendario de sushi con precios muy accesibles. Ahí, frente a los vapores perfumados de soya y naranja del teppanyaki, probablemente te toque conocer al dueño, Joaquín Flores, quien hace 18 años dejó su trabajo de contador y que, junto con un chef que había trabajado en Suntory, creó la carta de lo que es hoy su restaurante.
La carta tiene una variedad de 42 tipos de sushi. Los rollos y los nigiris son generosos en sus tamaños y, aunque tal vez no pruebes nada totalmente diferente a lo que estás acostumbrado, cumplen con el cometido. El más aclamado es el banana roll, con queso, aguacate, camarón empanizado, salsa kushiage y plátano por fuera. También suelen hacer creaciones de la casa, como el de mole o el de chapulines.
Por otro lado, si lo tuyo son las sopas, te recomiendo la de coco. Un plato completo con noodles de arroz, champiñones, y camarón o pollo. Su consistencia es tan cremosa como la podrías pedir. Si la ordenas, quizás sea mejor ahorrarte el tazón de arroz, que no es el fuerte del lugar.
Aunque decente de sabor, el yakimeshi estaba demasiado seco y carecía de esa pegajosidad característica del arroz japonés. Lo tienen listo en tambos y lo recalientan en la parrilla al momento. Además, como fanática de la salsa tampico, puedo decir que la suya estaba más licuada que picada finamente y su sabor era demasiado dulce. Quizás lo mejor de la carta son los nigiris, por la frescura del pescado, pero insisto, el arroz era demasiado pastoso.
A Kin Shake le ha ayudado la leyenda urbana de su parentesco con Suntory y, aunque no es lo mismo, al menos es una buena opción para variarle a tus alternativas de sushi sin romper el cochinito.