La cultura gourmet está de moda y Liverpool Gourmet está a la cabeza en esa tendencia. En la cima de Liverpool Paseo Interlomas está Experiencia Gourmet ocupando un piso entero. Se trata de todo un templo del comer. Es un área abierta de altos techos con tubos y lámparas industriales con aspecto entre mercado y bodega. Llego un poco antes de las dos de la tarde. Lo primero que veo es a mis vecinos de Interlomas, una pareja que ronda los 50, están con su hija y su nieto bebé. Ellos toman café y me dicen que todo está muy rico, que hay pizzas, pastas, tapas “aunque caras”, que el café es muy bueno y que los fines de semana se atasca.
Abro apetito con un americano —cargado, molido al momento, de máquina profesional, como debe ser—, acompañado de dos cuernitos de cortesía. Es la cafetería de la casa. Hay una sección delicatessen con focaccias de pavo, de pollo, sándwiches de tres quesos, de salmón, de jamón de puerco; ensaladas y quiches. También hay papitas cambray, espárragos, champiñones de guarnición; variedad de hot dogs —Chicago, chili o suerkraut con pepinillos— y hamburguesas —hawaiana, americana, mexicana—. Surtido y gourmet son la consigna.
Es un mercado elegante con múltiples opciones y mesas para sentarse a comer lo que cada uno escoja. Como food court, pero aquí la sensación no es de comida rápida, sino de parsimonia, la invitación es a curiosear y a sentarse a disfrutar con calma. Hay finos alimentos nacionales e importados alusivos al área en cuestión —viandas cerca de las tapas, productos japoneses cerca del sushi— y en el área de cafetería, sofisticadas mermeladas como la de castañas, jaleas, mieles y aderezos para llevar a casa. Hay cavas de vino, a temperatura ambiente y también refrigeradas en un cuarto con una mesa al centro. Hay vino por copeo o por botella.
La pastelería tiene panes salados como el de aceituna y baguettes, pan dulce y pasteles: mil hojas con frutos espolvoreados, tarta de pera, red velvet, zanahoria, brownie, coffe cakes de plátano, naranja, café, dátil con nuez son sólo una pequeña parte del repertorio. En la sección de ultramarinos se pueden adquirir carnes frías, quesos curados, caracoles, gambas, huevos, encurtidos. Esta sección está cerca de la barra donde se ofrecen tapas, confeccionadas con este tipo de ingredientes.
En un menú o en cualquier espectro de opciones culinarias, yo pido lo que tenga aguacate o queso de cabra, así que opté por la focaccia de aguacate con pavo. La textura del pan calientito semi tostado más el aguacate verde sin manchas, el queso manchego derretido cremoso pero sin chorrear, parecía mezclado con queso de cabra, en su punto, mayonesa y un toque de aceitunas negras que elevó el sabor de mi focaccia de rico a pletórico; el pavo salado apenas tibio y los dos botes de jalapeños, cortesía mía: una sinfonía de texturas, temperaturas y colores.
La focaccia de pavo resultó más ligera de lo que aparentaba, pero eso dio espacio al postre, un mil hojas que llamó mi atención por sus frutos salpicados. Una torre de tres pisos de crujientes láminas de hojaldre con crema batida, no sólo salpicado sino con abundantes frutos, demasiados para mi gusto: mango, pasas, arándanos, durazno y uva. Rica la textura del pan crujiente y la crema fría, espesa, pero sabe mejor el mil hojas tradicional o la crema batida en pay de plátano. Divina la presentación, elegante, colorida, pero más atractiva a la vista que al gusto.