Eran casi las dos de la tarde y el lugar estaba lleno, a pesar de que tiene alrededor de 20 mesas. Los comensales son en su mayoría oficinistas de la zona, por lo que se vacía un poco después de las tres. Me pareció muy acertado que tengan una cocina abierta y se pueda ver trabajar al chef, una característica poco usual en lugares con una carta económica.
Los meseros están impecables y el espacio tiene buena iluminación. Pedí un huachinango empanizado. El mesero me hizo buenas recomendaciones y me comentó que podían preparar el pescado sin grasa. El concepto de comida corrida está presente en varias opciones de paquetes que incluyen sopa del día o ensalada, plato fuerte con guarnición, agua y postre. También hay sándwiches o quesadillas. Los paquetes se adaptan a un amplio rango de gustos y van de 135 a 210 pesos.
Después de una sopa de tortilla crujiente y bien sazonada, llegó mi huachinango con una enorme porción de verduras y un jitomate en forma de flor que dio el toque coqueto a un plato muy bien servido. El sabor y textura no me defraudaron, el empanizado era ligero y el pescado estaba bien cocinado. En las mesas de alrededor vi una arrachera con unas tostadas en forma de canastitas con guacamole y frijoles. Había dos opciones de postre, gelatina de fresa o pastel dominó de chocolate, ligero y envinado.
Ginger Café es un imperdible para quienes viven o trabajan en Santa Fe y buscan una opción a un precio razonable, disfrutar de comida bien hecha y balanceada, además de un ambiente y servicio agradables.
Como buenos extras hay desayunos, panadería para llevar, barra, vinos a la venta y abren los sábados.