El triángulo que forman Cumbres de Maltrata y Mitla es legendario en la Narvarte. No sólo la construcción del edificio de departamentos es muy fotogénica (en uno de ellos se filmó una escena muy importante de la película Párpados Azules), sino que sus locales de comida son muy solicitados.
En unos cuantos metros cuadrados, los vecinos pueden dar una vuelta gastronómica al mundo: tacos árabes, pizzas, quesadillas… y pan y pasteles recién salidos del horno.
El pequeño local que ocupa El Horno de la Osa se multiplica en sabor, calidad y el toque casero que ha vuelto locos los paladares de varias cuadras a la redonda.
Las recetas caseras son lo que ha distinguido a El Horno de la Osa de las demás reposterías de la zona: un sabor como hecho por la abuela, que al probarlo transporta a un pasado calientito, color sepia, sonriente.
Un par de ejemplos: aquí el volteado de piña, que había abandonado la escena pastelera del DF, es uno de los pasteles estrella. Con la combinación exacta de mantequilla, leche condensada y, por supuesto, piñas y cerezas, el postre se desmorona lentamente en la boca, dejando un sabor a vainilla que explota cuando mordemos la fruta. Excelente. Asimismo, los cupcakes, casi sinónimos de la repostería contemporánea, tienen una versión casera, pequeña y deliciosa. El de chocolate, con betún de aún más chocolate, es una fiesta de suavidad y sabores al mismo tiempo amargos y dulces.
No está de más hablar de los productos artesanales, sin conservadores: mermeladas, salsas, aceite de oliva, sal aromatizada y lo que vaya saliendo en cada temporada. También hay que probar las trufas, las tortas de nuez, los brownies con queso y cada una de las galletas.