Nadie sabe bien por qué, pero en Mérida, los lunes (y sólo los lunes) son de frijol con puerco. Si eres un yucateco ortodoxo, aquí lo cocinan como la tradición manda. El nombre del platillo no se anda con rodeos: es un guisado mixto y sustancioso con los ingredientes mencionados, al que también se le añade arroz, rábanos, cilantro, aguacate, habanero y tantita salsa de jitomate.
Pero digamos que no vas en lunes. Digamos que hiciste la cola que abarrota la banqueta, esa que indica que hay un tesoro gastronómico escondido en el segundo piso de este edificio del Centro. Entonces pediría la sopa de lima, célebre y diferente al resto de la ciudad: un caldo de textura espesa y homogénea. Perfumada y bien balanceada, tiene una amargura pronunciada y deliciosa. La sirven a temperatura perfecta para sentir un apapacho y bajar el calor sorbo tras sorbo.
Otro pretexto para estar feliz son los panuchos de cochinita (masa de maíz frita rellena de frijoles bajo un montículo de cochinita). Están muy bien rellenos de frijolitos negros molidos y la cochinita está ultra condimentada. La salsa pica rico sin incendiar el paladar y nunca opaca el sabor del axiote
En el bochorno del restaurante, un trío canta en vivo canciones lentas para maridar el mal de puerco. Mientras, los vasos de agua de guanábana y las cervezas en bola corren.
El lugar no es precisamente un ejemplo para el interiorismo: fotos de boxeo cuelgan en las paredes color durazno (pues fue fundado en 1953 por el exboxeador Raúl Salazar), manteles de cuero morado y globos de XV años. El sabor mata a la forma. Lo que sí demeritó la experiencia fue, uno, las cucharas sucias al inicio; dos, el poc chuc, duro como suela de zapatos y abundante en pellejos y cebollas ya agrias.
En fin, no todo es blanco y negro, y menos en Yucatán. Coox Hanal significa “vamos a comer” en maya. A pesar de algunos detalles, ante esa propuesta, regresaría feliz a allí.