Cuentan que durante el proceso de construcción, “¡es chiquitito!” era el único adjetivo con el que describían el espacio. Y sí: sigue siendo el adjetivo más adecuado para describirlo.
Al estilo neoyorquino, es un local sin más complicaciones en su diseño: una barra, una máquina de café, un espejo, tres mesas dentro y dos afuera. La complejidad está en otra parte: en el correcto proceso de elaboración del café.
Según la elección, el barista preparará la bebida con el instrumento necesario, de tal manera que los sabores contenidos originalmente en el grano, se desprendan de manera precisa –muy a la manera de como los científicos trabajan en un laboratorio.
En Chiquitito los baristas consideran todas las variables que influyen en la preparación: concentración, temperatura, tiempo y método. Detrás de cada taza hay experimentación y estudio; hay sabores razonados.
La mezcla y el tueste han sido igualmente ponderados, y lograron que el espresso (base para preparar el resto) fuera ácido, pero también con cuerpo. Difícil de describir; es mejor probarlo.
La bebida sello del lugar es el Café chiquitito que, en efecto, es modesto: un espresso ligeramente endulzado por leche condensada. Y como no falta quien toma café principalmente para que su torrente sanguíneo se acelere al paso de la cafeína, se sirve el Iced Coffee, donde la base de espresso está especialmente concentrada.
La oferta se complementa con sándwiches y croissants y hay servicio a domicilio para los que viven cerca.
Molino, mezcla, máquina, mano; de los campos de recolección en Veracruz, a una taza humeante ante ti en el Distrito Federal.