Que la ciencia diga lo que quiera, pero si hiciéramos una encuesta entre defeños sobre cuál es su comida preferida para combatir la cruda, los chilaquiles ganarían sin broncas. Eso explica parcialmente el éxito de un restaurante especializado en este platillo: Chilakillers, que abrió hace un par de años al pie del Edificio Ermita. El resto de su fama se debe al buen sazón, a la amable atención y a su decoración divertida, llena de color y detalles kitsch.
La demanda en Chilakillers era tan grande que, los fines de semana, uno tenía esperar hasta una hora para conseguir mesa. Afortunadamente rentaron el local de junto y ampliaron sus dominios. Ahora caben más comensales y uno ya no se siente tan encerrado (aunque si te toca cerca de la cocina, todavía sales oliendo a chilaquil).
El menú sigue siendo igual: tú escoges con qué van tus chilaquiles (pollo, bistec, arrachera, huevo, nopal o costilla) y qué salsa los bañará la generosa porción (roja, verde, de frijoles con chipotle, mole o superpicosa). Se vale combinar ingredientes o pedirlos mitad de un sabor y mitad de otro. Para los amantes del carbohidrato hay tortas de chilaquiles, mientras que los locos de las proteínas pueden pedir un omelette.
Con la ampliación también añadieron al menú las dobladitas: que el diminutivo no te confunda, la orden es de dimensiones, salsa e ingredientes similares a las de los chilaquiles, lo único que cambia es la presentación de la tortilla.
Salvo algunos experimentos de fin de semana (como salsa al pastor o los chilaquiles con cochinita pibil), la preparación es clásica, sin aspiraciones gourmet pero con un sabor muy correcto. Caseros, picosos y llenadores.
En su nueva etapa, Chilakillers conserva el concepto y buena parte de la decoración: los brillantes manteles con flores impresas, las imágenes de Malverde y las lámparas hechas con recipientes de plástico de colores. La gran ventaja de tener más espacio es que le prestarán las paredes a artistas urbanos para que den a conocer su trabajo.
Y no, no es requisito estar crudo para disfrutar este lugar, pero qué bien cae un platote de chilakillers acompañado de una cerveza helada después de una noche de excesos.