Si inventamos rápidamente un veganómetro quizás el Tao se encontraría en uno de los niveles más altos. Sus platillos alejados de la cocina económica podrían explicar por qué el lugar está abarrotado de hipsters para los que el gluten ya es muy mainstream.
Algo que lo hace diferente es su ambiente, que recrea la sensación de estar en un templo. Esto se percibe en la falta de ambientación musical y en un pequeño altar budista.
Para iniciar el rito es preciso elegir entre las mesas altas o la zona alfombrada con mesas al nivel del piso y cojines para sentarse. Es necesario quitarse los zapatos, por lo que antes hay que hacer una rápida evaluación mental del estado del calcetín.
La siguiente decisión que hay que tomar es si utilizar los palillos o el tenedor. El Tao ofrece un menú diario que inicia con una sopa. Le sigue un plato de guisados en pequeñas porciones, cada uno dispuesto con vegetales cocidos, crudos o encurtidos sobre una base que frecuentemente es arroz integral. En el plato fuerte no faltan los sabores e ingredientes asiáticos: jengibre, ají, perejil chino, nuez de la india.
Esta idea oriental también se traduce en un recipiente de salsa de soya en lugar de sal. Su sabor es fuerte y concentrado, por lo que mi consejo es no abusar.
Además, preparan platillos adicionales para quienes argumentan no recibir la porción de proteínas necesarias en una comida vegetariana.
El menú es acompañado de una tisana para promover la digestión. No sólo crea una sensación agradable al estómago, sino que deleita con sabores y aromas como canela, cardamomo, manzana y guayaba. El agua simple se sirve sólo a petición.
El Tao pone el postre como opcional, sin embargo nosotros lo hace obligatorio. La tapioca ha tenido tanto éxito que se puede encontrar en distintos sabores como guayaba, canela o cardamomo.