En 1942, don Leoncio Villarías, recién llegado de España, adquirió un pequeño local en el centro de la ciudad. Los recuerdos de la Guerra Civil y de su exilio no le impidieron forjar un negocio que hasta estos días vende uno de los mejores cafés del DF.
El aroma que desprenden sus molinos se apodera de un par de cuadras a la redonda, por lo que ubicar el lugar es tan simple como perseguir las notas achocolatadas e intensas del grano tostado y molido, como si fueras un personaje de caricatura, flotando y con la nariz respingada.
Si quieres comprar café para la cafetera de tu casa o trabajo, en esta pequeña esquina tendrás varias opciones. Hay dos tipos de grano (caracolillo y planchuela) en diferentes tipos de tostado: americano, para cafés suaves; mediano, más oscuro e interesante; italiano, amargo como los lunes pero delicioso como los viernes, y cubano, el más fuerte e intenso, para “cafefílicos” exigentes.
Cada uno de los granos aquí tostados y molidos viene de Chiapas, a no menos de 1,200 metros sobre el nivel del mar, y fue cosechado y vendido responsablemente. Si quieres una tacita de café antes de decidirte a comprar por kilo, te advertimos que este local solamente es expendio. No te dejes engañar por las mesitas del fondo, ¡son las oficinas!
La nuera y los nietos de don Leoncio también tienen ahí un minimuseo con fotos de los tiempos de Villarías. Aunque siempre es bueno aprender un poco de historia, puede que no se hayan ido las ganas de una taza de café. En ese caso, te recomendamos caminar unos pasos sobre López, hasta el pasaje San Juan, en donde Villarías ha instalado una diminuta cafetería.
El espacio es una pequeña isla en medio de tiendas de utensilios de cocina y licorerías, pero el aroma de sus cappuccinos, sus cortados y hasta sus americanos, lo hace sobresalir y brillar con luz propia. Sus precios son muy accesibles (el americano y el espresso cuestan quince pesos cada uno) y tienen todo el sabor intenso y profundo que los distingue. Prueba el especial de la casa, el san toña, cappuccino con cajeta o chocolate. Aquí se enfocan en el café (los pastelitos son comprados en súper) y, por más de 72 años, no se han equivocado.