Quizás alguna madrugada afortunada hayas probado estas hamburguesas. Si las probaste briago y pensaste que estaban buenísimas, tenemos noticias: lo están, sin importar el estado en el que estés. Imagínate un lugar pequeño. Córtalo a la mitad. Mete la cocina en medio. Pon dos mesas improvisadas y una banquita en la acera. Listo. Es ahí donde se ofrece un menú sencillo pero potente: hamburguesa clásica, con queso y tocino; de portobello con queso de cabra, o de carne y portobello. El resultado es una yuxtaposición de lo gourmet y el fast food. En primera, porque la mayoría pide para llevar. En segunda, no hay platos, las hamburguesas llegan envueltas en un papel metálico.
Recomendamos la de queso y tocino: 120 gramos de un jugosísimo rib eye molido en casa sazonado con pimienta; lechuga, jitomate y cebolla frescos entre dos panes hechos ahí. Añade el cuadrado del típico queso amarillo americano que bien te podrían servir en cualquier restaurante de comida rápida y tocino en trocitos de bote (articifial, pues). La suma de los elementos se consolida con la emisión del sonido “uf”.
De guarnición, puedes pedir papas o camotes a la francesa o mezclados. Vale la pena probar estos últimos.
Después de las 5pm no sirven cerveza. Para pasarte el platillo como tragón que se gana su calificativo a cada mordida, pide una malteada. Son espesísimas, están hechas con helado de la casa, y pueden ser de Nutella, cheesecake o crema de cacahuate. Si cuidas tus arterias, la pink lemonade mineral o el lassi.
Ya si quedaste encantado, también puedes pedir un carrito para que lleven comida a tu evento.
En la explosión de hamburgueserías de los últimos años, Buba, que mezcla lo reconfortante de la comida rápida con carne de reyes, es uno los contendientes más aplaudidos de la Condesa.