Llegué al Caffé Diemme al mediodía después de que me recomendaran probar el chocolate italiano. Las referencias fueron muy útiles: Tlacoquemécatl justo frente al parque. Mientras lo atravesaba, tratando de esquivar corredores domingueros, di con una terraza de sombrillas vistosas y la definición gráfica de echar la chorcha.
El ambiente es extremadamente tranquilo, desde la mayoría de las mesas sólo se ve el parque. Quizás lo único que no lo hace apto para ir a leer es la selección musical, que es un poco más pop.
Rápidamente ordené lo que me habían recomendado. La consistencia del chocolate es similar a la de un atole y se vuelve más espesa conforme se va enfriando. Tanto, que al final es necesario utilizar una cuchara. A diferencia de los atoles, esta receta no contiene leche ni masa. La bebida se sirve acompañada de un conjunto de instrucciones dignas del manual de Cortázar. Primero hay que batirlo con la cuchara, pues llega prácticamente hirviendo y hay que limitar la intensidad al soplar y batir, ya que se enfría rápido. A continuación, se debe beber rápido, sin preocuparse del bigote de crema batida.
Puedes pedir que agreguen una esencia a tu bebida, como malvavisco tostado, coco, gingerbread, menta o macadamia. Si de plano éste todavía no logra quitarte el frío, pide una de las cobijas de felpa que el lugar orece.
Explorando el menú, me sorprendieron algunos sabores que no conocía, como el guayaba latte, chai mango o frappé de lichi con perlas.
Por si lo visitas en la noche, el lugar ofrece opciones como mojitos o el vino de la casa. En cuanto a la carta de alimentos, este lugar sirve platillos para cualquier hora del día: desde el desayuno tradicional de fruta y huevos al gusto o molletes. Después tienen una variedad de chapatas, baguettes y paninis, de las cuales su especialidad es la de jamón serrano. También sirven pizzas, como la de gorgonzola con espárragos.