El Anatol está en boca de todos. Al hablar con chefs y preguntarles sobre sus restaurantes nuevos favoritos, su nombre se escucha una y otra vez. Teníamos que comprobarlo. Para comenzar, pedimos un refrescante gin con cardamomo, canela e hinojo: descubrimos una cocina que apuesta por sabores conocidos que alcanzan otra dimensión en el paladar.
El restaurante diseñado por Yubu Pushelberg –estudio que ha trabajado en las ciudades más cosmopolitas de Estados Unidos– cuenta con elementos decorativos que se repiten en las paredes, creando ritmo y diferencia en cada área. Esto lo hace armónico, aunque un poco neurótico. El salón es luminoso, con ventanales para ver a la “gente bonita” de Masaryk y Anatole France. Tanta perfección crea un sentimiento de set de película en el ambiente, que se relaja con el excelente servicio y la simpatía del capitán.
El menú es breve y eso se agradece. De entrada, lanza los clásicos platillos engancha foodies: hamachi, aleta amarilla y coctel de camarón. Así, el chef Justin Emini luce su amplia experiencia en pescados y mariscos, añadiendo su sello. Hay ensaladas y mezclas de vegetales seleccionados con lupa y combinados con precisión, pero lo verdaderamente interesante es cuando Emini se sale de las promesas básicas y explora el difícil terreno del comfort food: macarrones con queso y aceite de trufa negra, sopa de frijol con foie gras ahumado, consomé de pollo con menta y el poutine, una de las estrellas del menú y el platillo que me hará regresar. La receta de Quebec es en esencia un “plato de pobre”, pues combina sobras para crear un nuevo sabor, sin embargo, el chef lo lleva niveles más arriba: morcilla, papas a la francesa, setas, foie gras, queso de cabra, aceite de trufa. Una locura.
También hay hamburguesas black angus perfectamente cocidas, pollo rostizado, sándwich de corned beef o tagliatelle al azafrán, que puedes maridar con una excelente selección de vinos, dividida por aromas y sabores.
Los postres están a cargo de la chef Mayra Victoria, esposa de Emini, cuyo pudín de pan de chocolate logró que experimentara un asalto de serotonina. Recomendamos que explores el menú, evites los anzuelos y te claves en aquellos platillos aparentemente cotidianos, en los que el matrimonio de chefs vierte su creatividad y experiencia con absoluta libertad.