¿Te acuerdas de la primera vez que fuiste a Xochimilco? Ibas con tus papás, tu hermana y los primos de Morelia que andaban de visita. Por ahí ha de andar la foto que se tomaron afuera de la "iglesita" en "el zocalito" del "pueblo". Es hora de que sepas la verdad: esos primos son los que le mandan mensajes anónimos a tu novia por Facebook y no era una "iglesita", sino la parroquia de San Bernardino de Siena, cabeza de un importante convento del siglo XVI. Ni zocalito ni pueblito: hablamos del centro de Xochimilco, ciudad más antigua que la propia Tenochtitlan.
Los xochimilcas llegaron a esta parte del mundo varios años antes que sus colegas los mexicas. Desde entonces aprovecharon bien, ya sea bajo el yugo tepaneca o desde la libertad, su afortunada localización en la región de los lagos dulces del sur para sembrar y cosechar como los grandes.
Si le preguntáramos a algún habitante del Anáhuac del siglo XV, digamos a un mexica o un tepaneca, qué piensa cuando escucha "Xochimilco" seguramente contestaría "flores", "milpas" y "hortalizas". Aquella ciudad se posicionó velozmente como la abastecedora de alimentos y otros productos en el valle. Desde ahí transportaban en canoas un montón de víveres (y flores) que se mercaban a diario en La Viga, en La Merced y hasta en el Zócalo, y no hace tanto, todavía a finales del siglo XIX llegaban estas embarcaciones a Roldán y Corregidora.
El branding de estos comerciantes no pudo ser mejor: Xochimilco quiere decir "milpa de flores" en náhuatl. Una buena noticia es que el mercado de plantas de Cuemanco, el más extenso del país -enfrente del Parque Ecológico Cuemanco, a tiro de piedra de la esquina del Periférico y Canal Nacional- puede darnos una buena idea de lo que fue esta ciudad poco antes de la conquista, cuando la habitaban unas 60 mil personas, de acuerdo con el estudio reconstructivo de la zona que emprendió Luis González Aparicio.
Todavía se monta a caballo, se comercian hortalizas, plantas y flores de todo tipo, así como abono y macetas. Si no fuera por la manía de tomar fotos con el smartphone parecería que estamos en otro siglo. Es una buena idea empezar el paseo aquí, comprando plantas y más plantas.
Luego se puede llegar en coche al sitio en donde estuvo el centro ceremonial de los xochimilcas: el mencionado exconvento de San Bernardino de Siena. Más o menos cerca de ahí sobrevive una pulquería singular -a lo mejor no tan apta para turistas, pero sí para curiosos- que se llama El Templo de Diana, en la mera esquina de Madero y 5 de Mayo. Ahí te pides un curado de avena para que te entre hambre y pruebes el restaurante Sabor de Luna (Guadalupe I. Ramírez 180, planta alta), cerca de la estación de tren ligero La Noria. No te arrepentirás de probar el pavo relleno de cempasúchil y requesón, las tortitas de amaranto en salsa roja o los gusanos de maguey. Sólo no vayas en lunes, que no abren.
Luego, valdría la pena visitar la zona arqueológica de Cuahilama, en el pueblo de Santa Cruz Acalpixca, a donde llegaron originalmente los xochimilcas desde Chicomóztoc. Cosa de volver a agarrar el coche o un taxi. Además del mirador, aquí se pueden apreciar seis petroglifos del siglo XV (originalmente eran 17), únicos en la ciudad por su belleza y tamaño (resultan más impresionantes que los del Bosque de Chapultepec). Lástima que la zona esté tan abandonada y que algunas piezas estén grafiteadas. ¿Y si mandamos un e-mail a la delegación?
Recomiendo llegar a la zona arqueológica antes de las 4:30pm, también propongo que consideres el Museo Arqueológico de Xochimilco, abierto en 1979 en la antigua Casa de Bombas, en el cruce de Tenochtitlan y La Planta, también en Santa Cruz Acalpixca. Exhibe unas 2 mil piezas encontradas en Xochimilco, amén de información valiosa. Da coraje, y al mismo tiempo gusto, cuando uno piensa que hace apenas cinco siglos desde acá podía divisarse el islote de México-Tenochtitlan. Más coraje que el paseo haya terminado y que sea hora de regresar a casa. Habrá que repetir pronto.
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