Museo Panteón de San Fernando
Foto: Helena Soriano
Foto: Helena Soriano

Tumbas famosas en la Ciudad de México

Conoce las historias detrás de las criptas más famosas de la CDMX

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Conoce las tumbas de actores, cantantes, líderes políticos y pintores en la Ciudad de México

Criptas famosas en la CDMX

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  • 4 de 5 estrellas
  • Crítica de Time Out
Se dice que a tan solo un año del fallecimiento de Juárez en 1872, la creciente fracción liberal ya planeaba todo tipo de festejos, monumentos y conmemoraciones en su honor. Gracias a estos festejos, se mitificó al expresidente y se le atribuyeron muchos más títulos y honores de los que merecía. Razón por la cual hoy es un “héroe patrio” casi intocable. Uno de estos monumentos, fue su tumba. En ella se gastaron 10 000 pesos y aunque debió estar terminada en 1873, se inauguró hasta 1880.

Para ella, los hermanos Juan y Manuel Islas esculpieron sobre una pieza de mármol de Carrara traído desde Italia, una mujer de tamaño natural que representa a la patria en cuyo regazo descansa el cadáver de Juárez tal cual y como murió de angina de pecho dentro del Palacio Nacional. Dos escaleras permiten el acceso y en las rejas se leen las letras “BJ”. Todo cubierto por un minúsculo partenón de 16 columnas.

Porfirio Díaz fue el encargado de inaugurarla depositando una corona fúnebre. Se leyeron largos elogios, poesías y dedicatorias escritas por Guillermo Prieto, Hilarión Frías, Juan Mateos y José María del Castillo. El evento fue tan aclamado, que al día siguiente las coronas florales tapizaban el mausoleo de pies a cabeza. Montones de flores, cartas y honores no permitían siquiera entrar la luz del sol al monumento.

En un tiempo en que la masonería aún era secreta, sus miembros llegaron a escondidas al sepulcro y comenzaron a grabar la tumba con distintos símbolos. Aún se puede ver algunos encima de las columnas y en el rosetón, donde un obelisco luce una rama de palma y un pensamiento. Luego se fundió un conjunto de esferas con símbolos masones en las rejas.

Cuando el panteón fue abandonado y la nueva meca de Juárez se estableció en la Alameda, la tumba cayó en el olvido. En 2002 le robaron un dedo del pie a Benito y luego uno de la mano. La noticia llegó rápidamente a Oaxaca y fue la misma población quien juntó 100 mil pesos para su restauración, pero en esta, desaparecieron las esferas masónicas. Ironías de la vida para el hombre del “derecho al respeto ajeno”.

La tumba hoy permanece en pie dentro del Museo Panteón de San Fernando de la Ciudad de México; el cual puedes visitar de martes a domingo, y aunque el epitafio no lo menciona, fue abierta tras la muerte de Juárez para depositar los restos de sus cinco hijos y su esposa, todos muertos antes que él.
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León Trotsky y Natalia Sedova
León Trotsky y Natalia Sedova

Había acordado llamar por la mañana al peluquero, pero ambos lo olvidaron. Tan solo unas horas después Trotsky se encuentra en cama agonizando porque un piolet le atraviesa el cráneo, víctima de un atentado comunista. Su esposa Natalia se encuentra a su lado, mientras la ambulancia llega y una enfermera le corta el cabello alrededor de la herida para intentar salvarlo. Trotsky voltea a ver a su esposa y sonriendo le dice "También ha venido el peluquero".

León Trotsky falleció el 20 de agosto de 1940, víctima de aquel atentado en su casona de Coyoacán. Natalia se despidió de él con un largo beso y un funeral en el cual el funcionalista Juan O’Gorman le diseñó una estela funeraria en el jardín donde depositaron sus cenizas.

Durante diez años, Natalia permanece activa e informada en cuanto a los movimientos socialistas. El partido de la IV Internacional, seguidores de las ideas de Trotsky, permanecía activo en Estados Unidos, pero tras la Segunda Guerra Mundial, Natalia lo criticó duramente por su dirección inexperta y la falta de cambios. Para 1951 la viuda rompe relaciones con el partido pues el momento histórico exigía una revaloración en la posición del partido y aseguraba que Trotsky mismo lo hubiera hecho.

Viajó entonces a París, y en 1957 a América cuando finalmente se le permitió el ingreso, pero obligada a entrevistarse con la Comisión de Actividades Antinorteamericanas, Natalia se niega y es expulsada de nuevo a París.

Una vez al año, durante aquellos 10 que permaneció en el extranjero, Natalia regresaba a México a cuidar las rosas de Trotsky en el huerto y a visitar la casona, la cual exigió que permaneciera tal cual para recordar los años de persecución a los bolcheviques. Pero en 1960, se encontraba muy enferma y decidió no viajar más.

El 23 de enero de 1962, rodeada de amigos y compañeros y después de una larga agonía de tres días, Natalia Sedova murió. Fue velada en el cementerio Père-Lachaise y enterrada dentro de los nichos, pero más tarde sus cenizas volvieron a México para reunirse con su marido.

Hoy Natalia es recordada como una “gigante del bolchevismo” por su lucha por la revolución obrera, incluso más allá que Trotsky. Los restos de ambos permanecen dentro de la casona de Coyoacán, la cual aún se rige bajo lo establecido por Natalia: conservada tal cual para recordar el día que hoz y martillo se arrancaron del pueblo.

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