Más allá de la polémica generada a su alrededor, no se puede negar que con su paso como guionista del siempre querido Spiderman, Dan Slott llevó al personaje a niveles dramáticos más que convenientes y pocas veces vistos, dígase por ejemplo aquella secuencia casi de tintes shakespereanos donde lo vemos enfrentar la extinción aferrándose a repetir una y otra vez su nombre, en un último intento por al menos mantenerse vivo como recuerdo.
De igual modo, dicho atrevimiento dio pauta para desarrollar líneas arguméntales igual de insólitas, pero también interesantes. Entre ellas está por supuesto Superior Spiderman, que al presentar a un Octopus no solo usurpando el cuerpo de su más odiado rival, sino posteriormente manufacturándose uno nuevo mezclando el ADN de ambos, ofrece una exploración de la naturaleza de sus motivaciones y trastornos ligados al menosprecio y el maltrato familiar, en un sugestivo contraste con el carácter que define a quien es una de las representaciones del arquetipo del superhéroe por excelencia, dimensionando rasgos básicos como la responsabilidad, la empatía y el sacrificio.
Así pues en Superior Spiderman: Todo Otto seguimos los afanes del ya mencionado supervillano por validarse cómo el “defensor” de San Francisco, presentándose como una variante de Spidey que curiosamente posee varios puntos de encuentro con la encarnación de Tom Holland para la pantalla grande -la más alejada de la obra original-, empezando por qué al igual que él, es tan dependiente del uso de la tecnología como de sus propias habilidades, además de que también cuenta con alguien tomando el rol de mentor y apoyo táctico.
En este caso se trata de Ana María, mujer con quien, para complicar aún más el asunto, mantuvo una muy peculiar relación romántica. Pero eso no es todo, lo mejor es que ella también funciona como detonador para apuntar, dentro de dicho proceso, a un tema más sugestivo y ya antes tratado a fondo en los cómics con Mark Waid y su Incorruptible, el de la reinserción social.
Es decir, amén de que el protagonista está convencido de que su antiguo y oscuro comportamiento se debía a una cuestión “física” producto de un accidente, lo cual ya de por sí da mucho en qué pensar si recordamos anacrónicas creencias como aquella que relacionaba la forma del cráneo con las conductas crimínales; vemos que tratando de hacer las cosas según su propia interpretación de lo que es justo y valioso, integrándose a un entorno laboral y de investigación, por momentos tiene que lidiar con la incrédula mirada de quienes saben quien fue, la amenaza que creen que aún podría representar y los prejuicios que esto provoca.
Por otro lado, y como gran atractivo extra, apuestan por la siempre efectiva función de antagonista secundario del Amo Pandemonioum, para integrar al célebre Doctor Strange, aludiendo así a una dupla clásica de los cómics -esa que recientemente fuera materia prima de la película Spiderman sin regreso a casa-, reinventándola a través de un triángulo de admiración-odio con dos perspectivas de la arrogancia, una alimentada por el escepticismo y la megalomanía, la otra por la autosuficiencia.
Esto es resultado de poner frente a un ciego creyente de la ciencia dura, con un aún por momentos egoísta dominador de lo sobrenatural y la magia, revelando viejos encuentros clave entre Octavius y el Mago Supremo, los cuales se dieron tanto cuando este último era un exitoso cirujano, como cuando se vio completamente sumergido en la miseria.
Todo bajo la sombra siempre presente de Spiderman, cerrando con la entrada de uno de los grandes villanos del mundo místico Marvel, pero eso ya es parte de otra historia. Por lo pronto podemos decir que Superior Spiderman: Todo Otto, sin traicionar nunca su naturaleza de producto de entretenimiento, vaya que sabe aprovechar las posibilidades abiertas por uno de los movimientos más cuestionados de los últimos años dentro de la historia de nuestro amigable vecino.