Cómic Rick y Morty
Ilustración: Cortesía Editorial Kamite
Ilustración: Cortesía Editorial Kamite

Rockstar Comic: Rick y Morty, la Generación X y el paso del tiempo

Todo el humor negro y el vacío existencial que distingue a Rick y Morty ahora en cómics y Editorial Kamite trae a México

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En ese entonces, la información no corría tan rápido como hoy, era aún un mundo análogo que apenas se empezaba a internar en el universo digital. Así que aquellos que formamos parte de la llamada Generación X, los que pasamos nuestra infancia en los ochenta y la adolescencia en los noventa, no éramos tan conscientes de esos rasgos que según los estudiosos nos caracterizaban y mucho menos nos preguntábamos cómo habrían de reflejarse con el paso del tiempo. Parte del sentimiento de rechazo que supuestamente nos distinguía, era producto de la lucha entre la consigna de los adultos que dictaba “tienes que ser alguien en la vida” y la decepción y enojo de pensar que el mundo que nos dejaban estaba roto y ya no servía.

Independientemente de que haga falta o no, existe una respuesta a ese cuestionamiento, es animada y se ha convertido en un objeto de culto. Se trata de Rick y Morty, que a partir de la parodia de los protagonistas de una saga emblemática de aquella época (Volver al futuro), hace una representación de aquello que nos definía, llevándole al extremo para aterrizar en estos tiempos, en donde gran parte del entretenimiento sigue impregnado por lo que influenció a en su momento a nuestra generación. Y es que no es gratuito que los creativos detrás de propuestas hoy tan populares como la serie Stranger Things, la película Super 8 o la novela Ready Player One estén en un rango de edad que oscila entre los 35 y los 55 años.

Es así que nos encontramos con una serie que se alimenta de la irreverencia de la primera MTV, que lleva muchos más lejos la crítica social incisiva de Los Simpson y alude a la furia y desencanto del Grunge, para presentar un irónico y despiadado concepto de humor negro, a partir del vacío existencial, plagado de múltiples referencias a la cultura pop.

Cuatro temporadas dan testimonio del éxito e influencia de Rick y Morty, además de su respectiva extensión al cómic. Ésta, al contar con que los personajes ya fueron presentados y que los lineamientos de sus andanzas están más que definidos, ha permitido que diversos artistas hagan explotar sus posibilidades, enriqueciéndoles con su muy particular estilo.

En los primeros episodios recopilados en un solo tomo publicado en México por Editorial Kamite y titulado simplemente Rick y Morty, vemos cómo una rutinaria charla familiar durante el desayuno detona en la visita de los protagonistas a la bolsa de valores intergaláctica, lo que da pie para retomar aquella idea que en su momento tuvo el buen Marty McFly, la de beneficiarse con la capacidad de conocer el futuro.

Esto les sirve para burlarse de los alcances de la ingenuidad que redunda en la soberbia, aludiendo al mundo mercantil, mientras juegan con las complicaciones y las salidas para ellas, que siempre acostumbra tener pero nunca comunica, el cínico e irrespetuoso Rick, quien de paso vuelve hacer patente que detrás de su fachada desdeñosa y soez, tiene un desilusionado pero buen corazón.

También se incluye una peculiar reinterpretación del Slasher, en la que trastocan no solo los roles entre victimarios y víctimas, sino el sentido de las muertes, pasando por lo violento y lo desesperanzador. Ambos pasajes están complementados con historias cortas que parten de ocurrencias; por ejemplo, qué pasaría dentro de una realidad en la que Rick es Morty y viceversa, para ofrecer finales que van de lo simpático a lo inquietante.

Ahora, si algo se extraña de esta propuesta impresa que toma a la franquicia creada por Dan Harmon y Justin Roiland, es una mayor complejidad en los planteamientos, así como un mayor detalle a la hora de darle forma al universo en que se desarrollan. Sin embargo, el espíritu disparatado e incisivo de la obra de origen se mantiene y no deja de ser divertida e interesante.

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  • Qué hacer

A partir de la investigación encabezada por James Gordon, sobre el asesinato cometido aparentemente sin sentido por el Acertijo, la cual da pie a inquietantes interrogatorios, violentas pesquisas y sangrientos escapes, entregando de paso cruentas declaraciones que hacen referencia a joyas del mundo de las viñetas como Batman: Killing Joke, las cuales van más allá del simple fanservice, adquiriendo un fatídico peso dramático dentro de la trama; se desarrolla otro más de los acostumbrados y siempre interesantes acercamientos de Tom King a los rasgos patológicos latentes en la mitología de los superhéroes, en este caso la generada alrededor del vigilante de Ciudad Gótica, quien esta vez luce más despiadado, asqueado y enfermo que nunca.

Yendo y viniendo entre su pasado escolar y de violencia familiar que detonó su obsesión por los enigmas que de ser su peor pesadilla pasan a ser su estilo de vida, y su presente de retorcidas y despiadadas manipulaciones que hacen de la coacción un sangriento mecanismo que cobra víctima tras víctima y empuja a sus oponentes a un callejón del que solo hallarán la salida si trastocan de forma irremediable sus principios y abandonan sus escrúpulos, es que aquí son expuestos los orígenes de quien es conocido como el Acertijo.

Los trazos delgados que recorren como grietas las pinceladas granosas de color, sobre viñetas que se desdibujan como los límites entre la razón y la demencia, en secuencias recargadas que se pasman en ilustraciones a página completa para enfatizar el panorama desolado e infeccioso de una urbe sin salvación; son el reflejo ideal creado por el artista Mitch Gerards, para redondear la justa y enfermiza reivindicación de un villano clásico como uno de los enemigos más interesantes, infames y peligrosos del legendario Batman.

Batman One Bad Day: The Riddler es un pasaje relativamente corto pero no por ello menos brutal. Lo publica Panini Comics en elegante edición de pasta dura con un sutil toque de quinta tinta para el título, e incluye una galería de sugestivas portadas alternativas realizadas por gente como Brian Bolland, Jim Lee y Jorge Fornés que terminan por convertirle en un verdadero objeto de colección. 

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