Dentro de los cómics de superhéroes existen múltiples historias románticas, pero muy pocas como la de Poison Ivy y Harley Quinn, dos antagonistas crimínales en toda la extensión de la palabra, cuya relación al margen de la eterna presencia del Joker en la vida de la segunda, les ha llevado de la simpática comedia de pareja dispareja a los territorios oscuros del melodrama, hasta otorgarles una inesperada y llamativa complejidad psicológica.
Y eso queda demostrado con Ciclo Virtuoso, pasaje escrito por G. Willow Wilson, donde la nostálgica forma de comunicación por correspondencia que implicaba pluma y papel se convierte en el puente entre dos enamoradas, con una sola de ellas sirviendo de receptor, para que la voz de la otra sea el hilo narrativo sobre el que se sostiene un viaje de autodescubrimiento tipo road movie, con la particularidad es que quien lo emprende tiene de inicio el afán de destruir a la humanidad.
Y es que luego de ser dividida en diferentes personalidades, buscar redimirse solo para no ser correspondida, morir y regresar con un nuevo cuerpo a costa de ir perdiendo de a poco sus habilidades extraordinarias y su vínculo con la naturaleza fracturado, Poison Ivy se deja consumir por el desencanto de la existencia a la que el único sentido que le encuentra es el de transitar sembrando la muerte entre hombres y animales, buscando la autodestrucción.

En su camino, mientras es acechada por la sombra de Floronic Man y se convierte en la eficaz herramienta para propagar un hongo parasitario, enfrenta el acoso que devienen en violencia de género, ejerce una vez más la sonoridad y tiene encuentros fugaces impregnados de deseos mórbidos con otras mujeres, lo cual le lleva a explorar tanto sus impulsos carnales como emocionales, replanteando sus motivaciones que se convulsionan entre los sentimientos por Harley, cierto sesgo científico y su extremismo ecológico, así como las convenciones que arrastra el arquetipo del villano y la fórmula de los cuentos de hadas.
El apartado visual es una delicia, el artista Mario Takara equilibra los trazos firmes con las líneas que por momentos se desdibujan ondulandose en la anatomía de los personajes y los objetos a su alrededor para, en comunión con las pinceladas de tonos cálidos y verdosos trabajados por los coloristas Trish Mulvihill y Arif Prianto, entregar imágenes pletóricas de un letal y soporífero erotismo entre los que irrumpen cuadros de ataques salvajes, muy acordes a los conceptos sobre la perfección de los procesos naturales, arrojados por la protagonista en una narración que hace de la venganza una retorcida declaración de amor a dos niveles, hacia las plantas y hacia Harley, a quien le plantea una pregunta de cuya respuesta depende el destino definitivo de su tóxico romance sumergido en una florida pesadilla. Poison Ivy: el ciclo virtuoso, serie publicada por Panini Cómics en un solo tomo que incluye las bellas portadas de aire pictórico obra de Jessica Fong, es un erarecido y embriagador acercamiento a una de las supervillanas emblemáticas del universo creado alrededor del legendario Batman.
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