La década de los noventa vio surgir una de las series de culto parteaguas dentro del campo de la animación en la pantalla chica. Auspiciada por Nickelodeon y creada por el canadiense John Kricfalusi —sociedad que terminaría por romperse—, Ren & Stimpy Show seguía las aventuras de un perro histérico —como solo podría serlo un chihuahua— y un gato fastidiosamente afable, presentando una ácida y despiadada crítica a la cultura norteamericana, que cobraba sentido a través de la comedia más estridente, en escatológicos episodios acompasados por música clásica y blues, llenos de alusiones grotescas a la convivencia, la religión, la política y los hábitos alimenticios.
El mal gusto y el humor negro eran la principal materia prima de dichos episodios, tan disparatados y enfermizos como aquel de “Olorín” (una flatulencia viviente) o “Yemino” (una especie de Pinocho formado con yema de huevo), que le sirvieron al programa para convertirse en uno de los más importantes precursores de los cartoons enfocados en el público adulto.
Pero la influencia de Ren & Stimpy Show —que además tuvo su extensión en cómic vía Marvel— fue mucho más lejos y alcanzó los productos infantiles que presentaron sus propias variantes del mismo, dígase 2 Perros Tontos de Hanna-Barbera, y por supuesto la más popular de todas, Bob Esponja.
Realizada con el mismo sello, esta serie animada no solo conservó la gestual exacerbada, las deformaciones físicas y los primeros planos que modificaban por segundos el estilo visual para enfatizar algún sobresalto, además de muy breves agregados en live-action; sino también la conjunción en las personalidades de los roles centrales.
Por supuesto, en Bob Esponja el absurdo ya no estuvo acompañado de ningún tipo de crítica y dejó de lado la irreverencia, dando como resultado una propuesta colorida y sumamente digerible, lo cual le abrió las puertas del mercado. Aunque no tenía toda la originalidad del mundo —recordemos Mandibulín o Snorkels, que a su vez eran una variante de Los Pitufos—, contó con un desarrollo ingenioso de historias con aire tropical, en el que conjugaban con frescura lo neurótico y el humor ligero. Asimismo, nos ofrecía un diseño de personajes entrañable y con identidad, incluyendo a extravagantes roles secundarios.
Ilustración: Cortesía Penguin Random House
Son estos últimos, precisamente, quienes han sido mayormente beneficiados con el traslado de la franquicia al mundo de las viñetas, en donde la mayor libertad creativa ha permitido que guionistas como Derek Drymon y Chuck Dixon, no solo aprovechen las posibilidades que ofrecen, sino que con ello enriquezcan el universo delineado por el fallecido Stephen Hillenburg, amén de mantener los ya mencionados atributos de la serie.
Tal es el caso del compilado titulado La Unidad de Aventuras Acuáticas. En éste cobran el justo protagonismo Sirenoman y Chico Persebe, quienes de entrada representan una de las pocas versiones de superhéroes de la tercera edad en el mundo del entretenimiento. De dicha situación aquí no hacen escarnio, sino que la usan como detonador para simpáticas situaciones que juegan con las convenciones de este tipo de conceptos; dígase superpoderes que van de lo rebuscado a lo inservible, presentaciones épicas que rayan en el ridículo, amenazas tan simples como inesperadas y batallas multitudinarias que no llegan a ningún lado.
Todo esto va acompañado de la nostalgia por viejas aventuras, lo que da pie a traer de regreso las versiones jóvenes de los mencionados paladines retirados de Fondo de Bikini — burlándose de clasificaciones como Edad de Oro o de Plata—, en tramas de cómics dentro del cómic, modificando nuevamente el estilo en el trazo y el acabado de las viñetas, para referir a los clásicos de Aquaman y compañía. De forma paralela ríen de las implicaciones del entorno generado a partir de los mismos, al contraponer la ingenuidad del fan y la voracidad del que comercia con el coleccionismo, y retomar a los asistentes a las eventos “freakys”, así como la obsesión por leer de inmediato la última entrega de algún título.
Como extra, incluye algunas sátiras de los anuncios tipo Charles Atlas que solían acompañar las publicaciones de mediados del siglo pasado. Algunos de los episodios claro, son impulsados por la actitud voluntariosa del buen Bob, quien aquí solo tiene la necesaria participación y con eso basta.
Publicado por Peguin Random House, La Unidad de Aventuras Acuáticas cuenta con el trabajo de talentosos ilustradores como Hilary Barta —Eclipse and Plastic Man—, que le otorgan una genial variedad de estilos, incluyendo la colaboración especial de Jerry Ordway, guionista y dibujante emblemático de DC, que estuvo a cargo de Superman en los años ochenta.
Así pues, se trata de una divertida y elaborada propuesta de sátira para niños, así como una curiosidad para el público adulto que sea fan de los superhéroes, pues son ellos quienes entenderán por completo las referencias.