Si de reverdecer la ciudad se trata, Ciudad Universitaria tiene varias experiencias para presumir. Una imperdible está en una de sus áreas más recónditas, pero vale la pena la visita. Se trata de la azotea de la Coordinación de Investigación Científica (CIC) de la Universidad Nacional Autónoma de México, que fue intervenida con distintas especies de plantas y 84 paneles fotovoltaicos.
A los citadinos nos invaden decenas de preguntas sobre el clima que se vive a diario y respondemos: “El mundo es bipolar”. En temporadas de verano se sueltan trombas que derivan en ríos asfálticos y durante épocas invernales se desata un horno que sofoca, sobre todo si se aborda el transporte público: godínez en baño maría. Sudorosos y bien calientitos.
“Antes no era así”, dicen en sus charlas cotidianas. Y efectivamente no lo era. Pero el mundo es como un cuerpo humano: las heridas se concentran con los años y pronto vienen los estragos. Desde ir a un concierto, desechar la basura y luego irse... eso simplificado en miles de asistentes en cada uno de los eventos masivos. Ser parte de una familia que ocupa cuatro automóviles sin que ninguno de los integrantes aborde algún transporte alternativo, aunque tengan a su alcance las ciclovías; o repetir la rutina de cada fin de semana en plazas comerciales, donde resultan toneladas de basura; y en especial, no palpar las alternativas integrales que se armonizan entre medio ambiente, recreación y colectividad. Estas actividades existen y sólo es cuestión de adentrarse en nuevos hábitos para balancear la vida en la selva de concreto.
Para ello nos adentramos a conocer algunos proyectos que invitan a apropiarse de una reflexión ambiental y hacerla una forma de vida. Ya sea desde la iniciativa civil o gubernamental, hay personas que buscan transformar nuestra ciudad y su futuro por medio del reciclaje, actividades recreativas y la promoción de una cultura cívica.